Me quedaré sentada frente a la ventana,
junto aquel manto negro de diamantes
que me ve llorar y seca mis lágrimas.
Tintinea tus piedras para mí,
quiero fingir que es tu brillo
el que me ciega y no mis lágrimas.
¿Cuándo dejaré de pensarte?,
Cuándo se marchará tu sombra
entre las sobras de la noche, porque
tu ausencia pesa más que no tocarte.
Por qué he de ser yo la que este amor no deja,
y quisiera gritarte que te odio
con la misma fuerza que un día dije
que te amaba y me abracé a tu espalda.
Quisiera romper con tu recuerdo
y vuelven tus mentiras apiladas
como lágrimas al borde de mis ojos.
Quisiera ser congruente con el odio,
pero te encuentro en mi cabeza
retando a mi cordura porque no cerré la puerta.
Y amor mío, no cerré la puerta y no apagué la luz,
porque aún espero verte en ese corredor.
Aquí sentada frente a la ventana,
le he jurado a un lucero
que no mencionaré tu nombre.
¡Tintinea para mí lucero, tintinea para mí!
Quiero aceptar que no me quiso
y que fue cierto que no me pidió quererlo.
Abraza su rostro con tu resplandor,
llévate el recuerdo de su sonrisa plena,
que no la quiero conmigo
si no está del otro lado de la cama.
No hay mayor vicio que llorar
por él cada madrugada.
No hay peor desquicio que encontrar
mis fallas y sanar sus culpas.
Quién fue… eso no importa,
lo correcto es un juego de interpretaciones.
El amor era de dos y hoy baja la mirada y me lo niega,
rehúsa hasta el roce de mi aliento,
pero mantiene en vilo sus últimas injurias.
¡Tintinea para mí lucero, tintinea para mí!
que esta noche también pierdo la memoria.
Original de Mariana Marce Villegas