sábado, 10 de marzo de 2018

El frío sin calma




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Hablando del frío, conozco dos.
Uno, cesa con algo de abrigo
así que de este, no hablaré.

El otro es el peor, un frío,
que ni la manta calienta,
ni la buena sopa, alimenta.

Un frío que vacía
de golpe todo confort
que tengas dentro.
 
Sacude con fuerza,
se lleva todo a su paso,
asolando cualquier terreno,
que creías conquistado.

Cuídate de ese frío…
incalmable vacío,
cubierto por el hastío
y la pena,
de un cuerpo derruido.

Un frío,
que hace temblar todo cimiento,
que te pasea por precipicios,
oscuros lugares,
y le da igual si tú te opones.

A veces la vida pasa esquiva,
y te hace morir un poco,
aún mientras respiras.

Tengo frío.
Y tú también.
No soy tú,
pero querría.


Original de Reyes


Dime que te duele y te diré que necesitas perdonar



 La convivencia entre personas está llena de roces, de heridas que nos causamos unos a otros; a veces sin querer y otras como reacción ante lo que parecía un ataque. La única medicina que existe para curar nuestras heridas se llama “Perdón”, pero no la venden en la farmacia. Para perdonar debemos decidir perdonar. Es un proceso, es una decisión, es una determinación que liberará nuestra energía.
Para vivir plenamente, debemos aprender a escuchar lo que dice nuestro cuerpo. La primera vez que me percaté de ello fue al leer el espectacular libro de Louise L. Hay “Sana tu vida”, luego, fui descubriendo que en diferentes filosofías y tendencias sobre el pensamiento y crecimientos personal y espiritual -como la metafísica, la programación neurolingüística, terapia gestalt, theta healing, ressonance patter, reiki , bioenergía y hasta en el yoga- se explica que, aún cuando en algunos casos las enfermedades se deben a un gen, la mayoría de las personas sufren y padecen males porque, acumulan resentimientos, odio, cólera, furia, viven aferrados al pasado y a las ideas del pasado, cargan cólera, odio, tristeza, viven para complacer a los demás o según los patrones establecidos como correctos, no se aceptan a sí mismos y carecen de amor propio de manera incondicional, cargan sentimientos de culpa, frustraciones, resentimientos y demás emociones que surgen a través de los pensamientos que no controlan y que llega un momento en el que el cuerpo dice, pues esto tiene que salir por algún lado y es a través de cantidad de síntomas o enfermedades, que no es más que el cuerpo hablando, porque aunque un médico nos revise y nos medique hay padecimientos que se prolongan y en buena parte puede deberse a que hay que ir a la raíz de lo que está provocando el mal para poder erradicarlo.

Todos creamos nuestras experiencias a través de los pensamientos que decidimos hacer nuestros y a través de estos surgen los sentimientos que nos llevan a las acciones y de ahí a los resultados. Solo que muchas veces, al negarnos a que esto es así de simple como te lo digo, negamos nuestro poder culpando a otros de nuestras frustraciones. De hecho nuestra vida no es más que un reflejo de nuestro estado mental; si en nuestra mente hay paz, armonía y equilibrio, entonces nuestras vidas pueden solamente ser armoniosas, pacíficas y equilibradas. Y si tenemos pensamientos negativos ya sabemos qué es lo que pasa.


Nuestro cuerpo es sabio y habla, por eso hay que aprender a escuchar qué es lo que nos quiere decir, para, desde ahí, ir a la situación que nos genera malestar sanarla y vivir sin hacernos tanto daño. Muchas veces el cuerpo grita lo que la boca calla, y entonces la cosa estalla en situaciones nada agradables. Afortunadamente, cantidad de tendencias y hasta estudios médicos han confirmado que podemos prevenir o bien, sanar, si identificación la situación que ocurrió en el paso o los sentimientos que cargamos y que no nos permiten avanzar.

De acuerdo a la parte del cuerpo donde se presenta el signo, habrá una explicación emocional para el mismo. Quienes han estudiado el tema por años, afirman, ya que estoy convencido de que te vas a identificar con alguna de las causas:
Por ejemplo muchas veces una gripa representa lágrimas no lloradas o reprimidas y éstas buscan salir por donde sea; mientras que si te duele la garganta, es porque tienes cosas pendientes de decir, no eres capaz de comunicar tus aflicciones.

El cuello representa tu flexibilidad como persona; el dolor en los tobillos, el avance o la resistencia que tienes ante la vida. Quienes usan lentes o tienen problemas para escuchar es porque cosas que ven o escuchan que no les son agradables.

Los problemas estomacales hablan de la convivencia y además la habilidad para digerir las situaciones. Otra parte del cuerpo que recibe muchas de nuestras emociones es la espalda. Según los expertos, las molestias en la espalda baja usualmente reflejan preocupaciones económicas o sensación de falta de apoyo, la espalda alta cuando presenta molestias nos dice que estamos cargando cosas que no nos corresponden.


Más ejemplos: se dice que si tienes problemas con tus muslos es relacionado con lo que los demás esperan de ti o lo que crees que esperan los otros de ti; si la situación es con las pantorrillas, está vinculado a lo que yo espero de mí mismo.

En el caso de las rodillas, tiene que ver con cómo articulo las expectativas externas y las internas, se dice también que es cuando tu orgullo no se doblega. Si se trata de los tobillos, la situación es cómo vinculo mis expectativas con la realidad; mientras que más abajo, relacionado con los pies, habla del apoyo, soporte y equilibrio. Si te duele la frente, es relacionado con la manera en la que enfrentas el mundo. Los problemas del corazón son relacionados con problemas emocionales básicos, de afectos primarios. Y, depende de la manera en la que asimiles el mundo, sufrirás de problemas con los dientes y encías. El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan, las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas, la presión arterial, sube cuando el miedo aprisiona.

Entre otros, se dice también que si acumulas un volumen excesivo en las caderas, quizá estés cargando con sentimientos de culpa o deseos de vergüenza o con un miedo residual a agresiones sexuales que convertiste en peso para protegerte.

Ahora bien, también influye el lado del que sientes los padecimientos:
El lado izquierdo es el lado receptivo, maternal y femenino del ser. El derecho es el lado masculino, con empuje, orientado hacia el exterior, hacia el mundo. La tendencia podría indicar un rechazo dentro de ti de los aspectos masculinos o femeninos, y una necesidad de auto-perdonar, sanar, conciliar o de identificar la persona que activa esto en ti.

De acuerdo al abordaje en Bioenergética, también se explican los síntomas que se manifiestan en los seres humanos de acuerdo al Primer principio es el de la lateralidad. En el lado izquierdo del cuerpo se reflejan las relaciones familiares significativas: padre, madre, hermanos, hijos. En el caso del lado derecho, se muestran las sociales: vecinos, pareja, amigos, trabajo. Esto quiere decir, que dependiendo del lado donde se presenta el síntoma, hay que revisar una vinculación familiar o una social.

Existe un modelo de relación entre las emociones y los síntomas físicos desarrollado por el hipnoterapeuta John Kappas que nos puede dar también de lo que puede estar sucediendo en el plano emocional cuando desarrollamos ciertos síntomas en áreas específicas del cuerpo.


Por ejemplo, el especialista menciona el síndrome del llanto, que involucra el plexo solar hacia arriba, el pecho, la cabeza y la nuca y está relacionado con la incapacidad de tomar una decisión con respecto al acto de otra persona o por un condicionamiento anterior que dificulta la toma de decisiones. Su característica más común es el dolor de cabeza. A causa de la frustración generada por la indecisión, el cerebro ordena al cuero cabelludo tensarse lo que produce dolor. A veces la tensión es tan severa que comprime las venas y produce migraña. Otro de los síntomas muy reconocibles de este síndrome son: la cristalización de los ojos, la relajación de los conductos lacrimales que gotean continuamente en los ojos, la congestión de los senos nasales, la contracción de los músculos de la garganta, la presión gástrica sobre el pecho, la tensión de los músculos de las mandíbulas o apretar los dientes.

Cada una de estas reacciones físicas puede estar asociada con una causa emocional o mental. Así, según esta teoría, la presión en la cabeza representa la incapacidad de tomar decisiones; los ojos lacrimosos y la congestión de los senos nasales simbolizan negarse a ver la situación que causa la indecisión; la contracción de la garganta, la tensión de los músculos de las mandíbulas o apretar los dientes es un resultado de negarse a hablar del tema de indecisión.

La indecisión puede convertirse en frustración y ésta en melancolía, depresión y finalmente inercia. La indecisión crónica se puede clasificar como problema mayor en nuestra sociedad actual de movimientos rápidos, en particular en personas de edad comprendida entre los quince y los treinta y cinco años.

Cuando las áreas afectadas son los hombros, la parte superior de la espalda y de la columna, se ubican dentro del síndrome de la responsabilidad. Esto ocurre cuando los motivos psicológicos son excesiva responsabilidad, temor al peso de la responsabilidad o negligencia, no aceptación o no asunción de responsabilidad.

Cuando las áreas afectadas son las ingles, el estómago y la parte baja de la espalda, esto es debido al síndrome de culpa y frustración sexual, que se presenta por la culpabilidad sexual relacionada con la religión, sentimientos de culpas por infidelidad y promiscuidad, sentimientos de incapacidad sexual, temor a agresión sexual y demás. Los síntomas pueden ser calambres gástricos, estreñimiento, acidez, dolores menstruales excesivos, menstruación demasiado abundante o ausente, infecciones vaginales o cistitis, presión o dolor en la próstata o los testículos y problemas de riñón.

Y por último, el especialista señala el síndrome de lucha o alcance, en el cual, las áreas afectadas son los brazos, las manos y los dedos. Las causas psicológicas son la necesidad de expresar, con la correspondiente negación o supresión de esa necesidad, la incapacidad de alcanzar lo que uno desea por falta de autoestima y un importante sentimiento de profundo rechazo por querer alcanzar metas inalcanzables. Los síntomas son verrugas o pequeñas ampollas.

El segundo principio es el de verticalidad, según el cual en cada zona del cuerpo se reflejan diferentes aspectos. En la cabeza, se mira lo abstracto, las ideas, lo fantástico. En esta parte del cuerpo tengo mi identidad, mi ego, mi imagen. Los síntomas entre cuello y cintura, pueden estar vinculados a la vitalidad y a los afectos. “Allí tengo los órganos que necesito para estar vivo, como el corazón y los pulmones”. Entre la cintura al vientre (parte baja del tracto digestivo), se manifiestan los temas que tienen que ver con los desechos, eso que no sirve o no es nutritivo, eso que debe permanecer poco tiempo en el cuerpo.

Los temas de identidad sexual, pasión, capacidad de trascender, miedos y profundos sentimientos se manifiestan en la zona de los genitales. Las piernas hablan del soporte, el contacto con la realidad y con lo concreto. Mientras que los brazos son los que le permiten a las personas proyectarse al futuro, sin perturbar si equilibrio. Con ellos, se puede colocar distancia o acortarla.

De acuerdo al especialista consultado, para realizar el trabajo desde el abordaje de la Bioenergética, es necesario construir la historia de vida con el paciente y revisar desde allí y desde la observación, cuáles son los bloqueos energéticos que tiene la persona, para poder trabajarlos y desbloquearlos con ejercicios terapéuticos.

Muchas veces el cuerpo grita lo que la boca calla, y entonces… Tus dolores callados, ¿cómo hablan en tu cuerpo?

-Christopher Barquero-

¿Por qué la costumbre de comer palomitas de maíz en el cine?

¿Te gusta ir al cine? ¿En qué piensas cuando vas al cine? ¿Qué es lo primero que compras después del boleto de entrada?


El cine, llamado séptimo arte, es sin duda una de las costumbres más ligada a la cotidianidad de todos. Nos permite relajarnos, distraernos, disfrutar, ir a otros lugares, presenciar combates, historias de amor,  y tantas cosas más. Ir al cine refresca nuestra vida. Pero, cuando vas al cine no solo piensas en películas, también piensas en palomitas de maíz. Ver una película si tus palomitas de maíz es una experiencia incompleta. ¿A qué se debe eso?

Es curioso, pero es una pregunta que es interesante hacerla. ¿Por qué asociamos las palomitas de maíz con las películas en el cine? La razón se remonta a 1939 y lo que se conoció como la Gran Depresión. La Gran Depresión se debió al colapso bursátil de Wall Street, lo que a su vez trajo catástrofes financieras. Hombres quedaron en la quiebra. Familias enteras lo perdieron todo. Se habla de innumerables suicidios. Y toda esa situación hizo del cine una vía de escape de la dura realidad por la que se travesaba.

En esa época las entradas al cine eran accesibles. Así que se convirtió en el lujo que podía permitirse todo aquel que había quedado en la banca rota para así distraerse de las penas.

palomitas de maíz en 1930

Para ese momento las palomitas de maíz se comían en espacios abiertos como los parques y los circos, ya que en las salas de cine se consideraba de mal gusto por ser un espacio cerrado. Sin embargo, para cuando los cines se volvieron populares, los vendedores de maíz decidieron emigrar también a los cines para incrementar sus ventas, De esa forma se volvió una alimento predilecto para consumir mientras se veía las películas.

Además, el maíz era un alimento abundante en Estados Unidos, así que se conseguía a muy bajo costo y se vendía también a precios accesibles, precios que la mayoría se podía permitir pagar pese a la lamentable situación económica.

También se suma a lo anterior el hecho de que la Segunda Guerra Mundial hizo difícil la obtención de la azúcar y por lo tanto el caramelo, que también se consumía fácilmente comenzó a escasearse, lo que impulsó todavía más el consumo de las palomitas de maíz.

jueves, 22 de febrero de 2018

A callarse




Resultado de imagen de a callarse nerudaPor una vez sobre la tierra

no hablemos en ningún idioma;

por un segundo, detengámonos;

no movamos tanto los brazos.






Sería un minuto fragante,

sin prisa, sin locomotoras;

todos estaríamos juntos

en una quietud instantánea.



Los pescadores del mar frío

no harían daño a las ballenas,

y el trabajador de la sal

miraría sus manos rotas.



Los que preparan guerras verdes,

guerras de gas, guerras de fuego,

victorias sin sobrevivientes,

se pondrían un traje puro

y andarían con sus hermanos

por la sombra, sin hacer nada.



No se confunda lo que quiero

con la inacción definitiva:

la vida es sólo lo que se hace,

no quiero nada con la muerte.



Si no pudimos ser unánimes

moviendo tanto nuestras vidas,

tal vez no hacer nada una vez,

tal vez un gran silencio pueda

interrumpir esta tristeza,

este no entendernos jamás

y amenazarnos con la muerte.



Tal vez la tierra nos enseñe

cuando todo parece muerto

y luego todo estaba vivo.



Ahora contaré hasta doce

y te quedarás quieto.


 Pablo Neruda


domingo, 18 de febrero de 2018

Julia Espín: la musa de Bécquer que dio calabazas al poeta


La musa de Bécquer, Julia Espín.

Enérgica, altiva, de cutis moreno pero pálida, delgada, alta, de cabellos oscuros y rizados, ojos pardos tendiendo a negros, muy abiertos, y hermosa. Así se describe a Julia Espín Pérez Colbrand, la mujer a la que los expertos señalan como musa de Bécquer, la musa de las Rimas, la mujer a la que el poeta sevillano idealizó, en la que creyó ver el amor, pero que rechazó en todo momento al autor romántico.
Transcurría el otoño de 1858 cuando el poeta paseaba por Madrid por recomendación médica, aún convaleciente de una grave enfermedad, tuberculosis. En un momento de aquellos paseos, acompañado por su amigo Julio Nombela, Gustavo Adolfo Bécquer vio a Julia Espín asomada a un balcón junto a su hermano Josefina. Prendía ahí la chispa con la que se gestaría una de las obras cumbre de la poesía española.
En aquella época, Bécquer aún intentaba abrirse camino en los ambientes literarios madrileños y colaboraba con alguna publicación, mientras que la familia de Julia pertenecía a los más importantes ambientes musicales de Madrid, ya que su padre; Joaquín Espín, era director de los coros del Teatro Real, y su madre, Josefina Pérez, era sobrina de la cantante Isabella Colbrand.
Las miras de Julia eran más altas que las que podía ofrecerle un poeta de vida bohemia. Pese a ello llegaría el acercamiento a la musa de Bécquer.

El acercamiento de Bécquer a Julia Espín

Pese a pertenecer a universos distintos, un amigo de Bécquer le posibilitó que participará en tertulias en el salón de los Espín, de las más frecuentadas de la época. El escritor obsequió a Julia Espín con dos álbumes que contenían algunos dibujos y algunos poemas dedicados a ella, los cuales están en la actualidad en la Biblioteca Nacional.
Sin embargo, la que era musa de Bécquer terminó mirando hacia otro lado. Llegó a ser cantante de ópera actuando en lugares emblemáticos como La Scala de Milán o escenarios de Francia y Rusia, aunque terminaría perdiendo la voz. Se casó con el político del Partido Liberal, Benigno Quiroga, que sería diputado, secretario del Congreso y ministro.
Hay diversidad de criterios en cuanto a si Bécquer y Julia llegaron a tener algún tipo de relación. Algunos investigadores opinan que aquello solo fue un amor platónico idealizado por el poeta o que incluso a quien pretendía era a alguna de las hermanas de Julia. Aunque más tarde, una sobrina de Bécquer apadrinada por él, recibió el nombre de Julia, en principio por recuerdo del poeta a su musa.
Numerosos artículos y ensayos definen a Julia Espín como la musa de Bécquer, la mujer ideal del escritor, aunque otras pasaron por la vida del poeta, aunque la mayoría advierte que ninguna como Julia, ni siquiera Casta Esteban, la mujer que terminó convertida en su esposa y con la que tuvo tres hijos, aunque suyos solos lo fueron los dos primeros.
También hay que destacar que una de sus rimas atribuidas aparecía dedicada “A Elisa”, aunque según Rafael Montesinos, uno de los investigadores de la vida y obra del poeta, afirmó que esa rima nunca fue escrita por Bécquer, sino por su descubridor, Fernando Iglesias, que la escribió para su novia Elisa Pérez.
Como se puede ver en las efemérides literarias, Gustavo Adolfo Bécquer nació el 17 de febrero de 1836 , mientras que Julia Espín era dos años más pequeña y murió en 1906. El tiempo ha pasado, pero no el recuerdo de una historia de enamoramiento plasmada en un libro de poemas que aún hoy está de plena actualidad.
Las Rimas de Bécquer fue un libro estuvo a punto de no ver la luz, ya que las poesías iban a ser publicadas por Luís González Bravo, que cuando tenía su manuscrito en casa, ésta fue saqueada desapareciendo el original y obligando al poeta a reescribir los versos de memoria. Sin embargo, el recuerdo de Julia seguía tan presente que los poemas volvieron a salir y se consiguió publicar un libro que es mucho más que un libro de poesía.

ExLibric
 

Educa en “respeto” no en la “obediencia” del miedo

Puede que a muchas personas les sorprenda, pero educar niños obedientes no trae como resultado dar al mundo niños felices. La obediencia se consigue casi siempre a través del miedo, así que lo más conveniente es educar personas que entiendan desde bien temprano qué es el respeto, la reciprocidad y esa empatía construída a través del afecto sincero.

Es muy posible que algunos papás y mamás no estén de acuerdo con este enfoque. Es más, a muchos personas las han educado bajo los pilares de esa psicología conductista donde hacer algo malo traía como resultado recibir un castigo severo, y hacer algo bueno, por su parte, hacía que recibiésemos una recompensa.

Los premios y los castigos no siempre son efectivos. En especial, porque en el mundo de los adultos la sociedad no siempre nos recompensa con algo bueno solo “por portarnos bien”. Los niños NO deben orientar su comportamiento en base a simples gratificaciones.
Es necesario que entiendan por sí mismos las propias raíces del buen comportamiento, del respeto y la nobleza y que lo practiquen de forma espontánea.

La obediencia basada en el miedo y la infelicidad

Empecemos aclarando conceptos importantes. Al igual que la obediencia transmitida a través del miedo ocasiona malestar en el niño, también la permisividad ocasiona infelicidad. El primer niño solo verá muros a su alrededor y el segundo, al no ver límite ninguno en su entorno, no sabe qué se espera de él en cada instante.

Los extremos en la crianza tampoco son buenos. Así pues, conviene primero delimitar qué entendemos por un “niño obediente”.



Niños que solo son obedientes en casa

Este es un tipo de conducta muy habitual que ven los maestros y profesores en las aulas. Niños que en clase abusan de otros, que no respetan y que muestran una conducta que dista mucho de cómo es su comportamiento en casa.

Cuando los profesores hablan con los padres, estos no terminan de entender -ni de creer- que sus hijos actúen de este modo porque en casa “son muy obedientes”.

El problema reside en lo siguiente: cuando educamos con el miedo y el castigo los niños obedecen, pero no llegan a profundizar en el concepto del respeto. Actúan por obligación no por comprensión. De ahí, que en la escuela, al sentirse libres de la presión familiar tiendan a canalizar ese miedo y esa rabia en conductas disruptivas.

No es lo adecuado. En ocasiones, incluso podemos ver también el caso contrario. Niños educados en una crianza severa a través de la obediencia muestra en otros escenarios comportamientos cerrados, temerosos y defensivos. El miedo no educa, el miedo daña su equilibrio emocional.

Formas en que se suelen educar niños obedientes

Hay muchos modos de educar a un niño y cada familia, tendrá sin duda sus principios, sus valores y sus esquemas sobre lo que desean transmitir a sus hijos. Ahora bien, la obediencia basada en sumisión no es saludable ni pedagógica.

Veamos los riesgos que suele traer consigo esa crianza basada en la obediencia más dominante y severa:

Los niños no se atreven ni saben expresar sus emociones porque cualquier acto espontáneo es sancionado.

El niño al que se le enseña a guardar silencio, a esconder sus lágrimas porque “llorar es de débiles” o a quedarse quietos porque “molestan”, acaban desarrollando una represión emocional y personal muy peligrosa.

La obediencia busca también “proteger” al niño de posibles peligros. Un niño obediente es una persona que no cruzará la zona de confort del hogar y que estará apegado a esa burbuja paterna y materna.

El niño obediente educado en el miedo, no se atreve a explorar, no descubre, no se siente seguro para abrirse a los demás. El miedo es lo opuesto a la felicidad. Es necesario cambiar esquemas, educa en respeto no en miedo.

Educar en respeto, educar en felicidad

No es lo mismo “cállate y quédate quieto que lo único que haces es molestar” que decir “¿puedes guardar silencio ahora, por favor? Mamá está hablando por teléfono”.

El lenguaje educa, la actitud es pedagógica y servir de modelo es la clave de toda crianza. Si bien es cierto que todos queremos tener niños que nos hagan caso, es necesario que entiendan siempre por qué deben hacernos caso y qué sentido tiene actuar siempre con respeto hacia los demás.

Toma nota de estas claves en las que reflexionar sobre el valor de la educación basada en el respeto:

Ofrece responsabilidades a tu hijo. Es necesario que desde bien temprano aprenda la importancia de hacer cosas por él mismo y hacerse cargo de sus objetos personales. Poco a poco se sentirá orgulloso de sí mismo al darse cuenta de que es capaz de hacer muchas cosas y de que nosotros, confiamos en ellos.

Razona con tus hijos sobre toda norma que establezcas en casa. Explícale por qué debe cumplirse. Habla con tus hijos y establece una comunicación respetuosa donde atender todas sus preguntas.

Cuando haga algo mal no grites ni humilles (“eres torpe”, “eres el niño más malo del mundo”). En lugar de intensificar la negatividad, enséñale a hacer las cosas bien.

Entiende sus emociones y enséñales a canalizar y a entender esos procesos internos. Por ello, te pueden ser de gran utilidad libros como “La crianza feliz” de Rosa Jové, o “Infancia, la edad sagrada” de Evania Reichert.