"Metieron dos dedos y me dolió mucho"
Icíar Gutiérrez
La ONU ha lanzado una nueva campaña para exigir la prohibición de
las pruebas de virginidad en los más de 20 países donde se ha
documentado su uso.
Nabila fue sometida a un test de virginidad para optar a un puesto como policía en su país, Indonesia
"Estas pruebas no son científicas, son innecesarias desde el punto de vista médico y poco fiables", dice la OMS
Nabila estaba junto a otras 19
candidatas a policía en una sala de un hospital de la ciudad de Macasar,
Indonesia. Tenían tres minutos para desnudarse y quedarse en ropa
interior. Les dijeron que pasaran a una habitación que no tenía puerta,
según la mujer. "Entrar en la habitación nos asustó mucho porque tuvimos
que desvestirnos. Fue muy desagradable. Temía que después de que me
hicieran la prueba ya no fuera virgen. Metieron dos dedos. Me dolió
mucho. Mi amiga incluso se desmayó porque dolía mucho, dolía mucho",
reiteraba Nabila, de 24 años, en un testimonio recogido por Human Rights Watch.
Harshita, de Rajastán, al noroeste de India, denunció en 2016 que había
sido violada de forma repetida por un familiar, que también era su
vecino. El médico la sometió a la misma prueba y concluyó que su vagina
"admitía dos dedos fácilmente" y que la mujer mantenía "habitualmente
relaciones sexuales", a pesar de que el Ministerio de Salud había dado
la orden de eliminar este tipo de exámenes, según documentó la ONG.
Carecen de base científica que las avalen y son
degradantes, pero las mujeres y las niñas han sido sometidas a test
para, supuestamente, demostrar su virginidad, también conocida como la
prueba de "los dos dedos", en al menos 20 países de todas las regiones
del mundo, según ha alertado recientemente la Organización Mundial de la
Salud (OMS), junto a la Oficina de Derechos Humanos de la ONU y ONU
Mujeres.
Estos exámenes ginecológicos consisten en
una inspección de los genitales para determinar, supuestamente, si una
mujer o una niña han mantenido relaciones sexuales. En ellos se examina
el himen para comprobar si se ha desgarrado o su abertura, para lo que
se llegan a insertar dedos dentro de la vagina. Pero la Organización
Mundial de la Salud (OMS) es contundente: "Estas pruebas no son científicas, son innecesarias desde el punto de vista médico y poco fiables".
Además, añade, "la búsqueda de medidas objetivas para determinar la
virginidad de la mujer atentan contra su capacidad para tomar decisiones
y presumen una falta de credibilidad. A pesar de ello, estas pruebas
siguen practicándose en las clínicas y todavía se incluye en algunos
libros de formación médica".
Se trata de un viejo
problema en varios países. Se ha documentado su uso en Afganistán,
Brasil, Egipto, India, Indonesia, Irán, Irak, Jamaica, Jordania, Libia,
Malawi, Marruecos, Palestina, Sudáfrica, Sri Lanka, Swazilandia,
Turquía, Zimbabwe y Reino Unido. En este último país se utilizaron para
"verificar el estado civil" de las mujeres indias y pakistaníes que
llegaban a Gran Bretaña en los años 70, según reveló The Guardian.
También se han registrado casos en algunas comunidades en varios países
europeos. Se considera que el alcance de esta práctica no está del todo
documentado, por lo que podría ser mayor.
Las pruebas de virginidad están reconocidas como una
violación de los derechos humanos, en especial de la prohibición del
"trato cruel, inhumano o degradante", así como una forma de violencia
contra las mujeres que se sustenta en otra forma de discriminación más
profunda: la virginidad.
La norma social que obliga a
las mujeres a ser vírgenes está basada, recuerda la ONU, en
estereotipos que restringen la sexualidad femenina a cuando están
casadas y lo vinculan con el honor y la "pureza". En la práctica, dicen,
se convierte en una forma de controlar su sexualidad y sus cuerpos. "La
virginidad no es un término médico o científico, sino un concepto
social, cultural y religioso que refleja la discriminación de género",
recalcan las agencias.
Los encargados de dictaminar
si estas mujeres cumplen o no con los prejuicios machistas son los
médicos, policías y líderes comunitarios. Las pruebas son a veces
reclamadas por los padres o las futuras parejas para "averiguar"
si ellas son "aptas" o no para casarse. También, como en el caso de
Nabila, hay lugares en los que se exige como un requisito para
contratarlas.
En ocasiones, son utilizadas con las
mujeres presas y detenidas, que, explican, corren "un mayor riesgo de
sufrir abusos y malos tratos", incluidos los exámenes forzados de
virginidad. "Las pruebas a las reclusas son comunes e intimidantes",
sostienen las agencias de Naciones Unidas.
"Cuando se
realizan a mujeres detenidas por protestar u otras formas de activismo
político, los exámenes forzados de virginidad perpetúan un clima de
miedo e intimidación que les impide ejercer sus derechos civiles",
recalca. Según documentó Amnistía Internacional en 2011, un grupo de
manifestantes detenidas en la plaza de Tahrir, epicentro de las
protestas en El Cairo, contaron que fueron sometidas a estas pruebas por
el Ejército bajo la amenaza de acusar de prostitución a las que "no
fueran vírgenes".
En algunas zonas, como le ocurrió a
Harshita, estos exámenes se utilizan para determinar, supuestamente, si
una superviviente de violencia sexual ha sido o no violada y las
convierte en doblemente víctimas. "La virginidad de la mujer examinada
no influye en si ocurrió o no la violación, ni tampoco predice cuán
traumáticos o graves serán los efectos de la violación en una persona",
insiste la ONU.
Los resultados de estas pruebas
acaban repercutiendo en los procedimientos judiciales, lo que provoca
que "las víctimas pierdan las causas judiciales y los autores de los
delitos sean absueltos". Asimismo, estas prácticas pueden "causar daños
adicionales al reproducir la agresión sexual, haciendo que la víctima
reviva la experiencia y vuelva a sufrir un trauma".
Las secuelas en la salud de las mujeres
Además de dolorosas a nivel físico, las pruebas resultan "humillantes y
traumáticas" para las mujeres y tienen consecuencias en su salud. La
OMS menciona entre el rastro de secuelas que provoca estos exámenes
algunas como la ansiedad, el pánico, la depresión, la pérdida del
autoestima o dificultades que provocan que disfruten de la vida sexual.
"En casos extremos, las mujeres o las niñas pueden intentar suicidarse o
ser asesinadas en nombre del 'honor", sostiene la ONU. También tienen
impacto en su vida social: las mujeres y las niñas pueden sufrir
estigma, o se les acaba negando oportunidades educativas y el empleo.
"En algunas situaciones, 'fallar' una prueba de virginidad es percibida
como una deshonra y vergüenza para la familia y la comunidad de la
persona", explica.
Naciones Unidas ha reclamado a los
Estados que prohíban estas prácticas. Algunos gobiernos locales y
nacionales han dado pasos en este sentido y han promulgado leyes que
castigan a quienes las realizan, como Afganistán. Sin embargo, recalca
la OMS, "a pesar de algunos avances limitados, la prueba de virginidad
sigue siendo realizada por profesionales de la salud en todo el mundo".
Por esta razón, pide a las autoridades que hagan cumplir las leyes y a
concienciar a los profesionales sanitarios.
Además,
llama a desterrar estas prácticas desde dentro de las comunidades, que, a
su juicio, son quienes deben "liderar" el fin de estos exámenes.
Apuntan, sobre todo, a los defensores locales y los grupos que defienden
los derechos de las mujeres.