sábado, 25 de diciembre de 2021



MUJER AMAPOLA

(Mientras lees este relato escucha el enlace de la canción: Amapola de Ennio Morricone)

 

A veces, solo a veces, siento que el aire me envuelve, se cuela entre mis dedos y entonces: El tiempo se detiene, el cielo se ilumina y mi mente proyecta todos mis sueños hacia ti.
Hoy es uno de esos días y puedo ver en tus ojos reflejados los campos de trigo de Castilla que hacen que me olvide quien fui.
Susurro.
       - Eres mi Amapola.

Sorprendida, sonríes con la inocencia del amor colgando de tus pestañas.
Envuelvo tu cuerpo entre mis brazos y enamorado de tu salvaje, pero siempre sutil belleza, navego con mis labios tras el lóbulo de tu oreja antes de volver a murmurar dulcemente.
   - Sí, siempre serás mi Amapola.

Confiada, cierras los ojos y rodeas mi cuerpo con el dulce manto de tus brazos y, sin tú saberlo, con ese gesto me salvas del frío de la noche que, desde hace tiempo, reina en las vastas acequias de mi alma.
Dejo mi mente volar y me refugio en el recuerdo de aquel instante mágico donde te conocí.
Yo era desierto.
Tú fuiste lluvia.
Reconozco que me gusta revivir ese momento de mi vida, porque cuando lo hago, siento que se pone el sol, me convierto en pluma, en agua y en viento. Desde ese día, a tu lado, conseguí soñar con libertad, esperanzas e ilusiones.

¿Recuerdas?
Aquella mañana te encontrabas rodeada de gente y, sin embargo, estabas sola. El viento mecía tu pelo. Te percibí frágil como ese pétalo que llora al amor. Intuí en ti la delicadeza de lo sublime y la fuerza de la pasión.
Sonreíste y los nubarrones de mi pasado desaparecieron.
Pestañeé repetidas veces, como alguien que acaba de despertarse de un coma y encuentra el mundo totalmente cambiado y sin saber por qué, en aquel instante, una canción comenzó a navegar por mi mente.
 
Amapola, lindísima Amapola
Será siempre mi alma, tuya sola
Yo te quiero, amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día
 

Eres mi amapola.
Esa flor roja, salvaje y delicada que es capaz de crecer al lado de la carretera. Al igual que ella, siempre te muestras frágil, sensual y bella. Cuando me entregas tus noches de pasión desenfrenada, te conviertes en ese cometa que alumbra todo mi cielo. Entonces y solo entonces, la tierra tiembla y me envuelves en una colección de juegos, donde sé que, si pierdo, siempre vuelvo a ganar.
 
Sí, mi amor. Eres amapola envuelta en ese mar de niebla en el que me he convertido y, con tu luz purpurea consigues ahuyentar la adversidad y te conviertes en todo un símbolo de esperanza y consuelo.


Amapola, Amapola
¿Cómo puedes tú vivir tan sola?
Yo te quiero, amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día
 

¡Ay loca, loca, loca!
Cuando ríes así es inevitable acompañarte en tu felicidad. Tienes la mente pura y la alegría te sigue como una sombra que nunca se va.
Mi amor, como dice la estrofa de la canción: Te quiero, amada niña mía. Y con ese sentimiento te conviertes en un símbolo de vida, riqueza y descanso. A tu lado he descubierto que la armonía del alma puede cambiar con la misma ligereza que lo hace un mundo en guerra.
Estoy temblando.
Tu presencia me hace vibrar.
Cierras la puerta de nuestro dormitorio.
Te reclinas sobre la cama.
Te abrazas a tu oso de peluche rosa.
Sonríes.
Afuera el sol comienza a ponerse y tiñe las ventanas de sombras.
Hoy tampoco habrá luna.
Se escucha el rumor sordo de dos ríos que se encuentran. De ríos que se encuentran y se funden.
Suspiros.
Jadeos.
Susurros.
Alrededor de nuestra cama quedan restos de bombas sin explotar, trincheras, señales de metralla. Huellas de una batalla de pasión que solo tú y yo podemos recrear.

Amapola.
Eres mi mujer amapola.


L.J. Pruneda

 



 



sábado, 11 de diciembre de 2021

MIENTRAS LOS MALVISES CANTAN

                   


Sueños blancos.
Mar en calma.
Nubes de algodón.
Trinos que iluminan mi alma.
Me adentro por el camino de la nada y me doy cuenta de que algo ha cambiado.
¿A que huele este sitio?
El ambiente tiene el aroma del tiempo pasado.
¿Qué ocurre?
Los pájaros ya no cantan, la luz de la luna ha dejado de iluminar la noche.
Te busco y no estás.
En realidad, estás, pero no te encuentro.
Avanzo en la oscuridad hasta perderme en el memorial de mí mismo. El silencio es tan profundo que hace daño a los oídos. No soporto la idea de que el universo tenga que destruirse cada vez que percibo tu ausencia.
Cierro los ojos.
Emprendo un viaje errático hacia el mar de lo imposible. El peso de la culpa pasa sobre mi alma, viene y va con la misma fuerza que el dios Neptuno hace estrellar las olas contra los arrecifes del acantilado.
Eclipse y luz.
Destierro.
Quedo envuelto en la metamorfosis de lo imposible.
¿Estoy dormido, estoy despierto?
Miro mis manos y descubro que mis dedos están muertos de pena. Clavo la vista en el techo para intentar recuperar la calma. Respiro profundo.

Nubes de tormenta.
Mar embravecido.
Sueños que mutan en pesadillas.
¿Cómo pudo suceder?
¿Qué ha hecho girar la ruleta del destino?
Siento que mi cuerpo puede volar. Se eleva y permito que emprenda un viaje de ida hacia la ausencia.
Voy en tu busca. Temo tropezar con tu indiferencia.
Me agito con la desesperación colgada del balcón de mi alma. Me giro hacia la pared para ocultar mis lágrimas que resbalan sobre mi piel de ébano, y me quedo así durante varios minutos. Hay veces que el vivir se convierte en un acto de valentía.
Suena el despertador. Te miro. Estás a mi lado. Dejo de contener la respiración con un suspiro de alivio y me recuesto sobre la almohada. Al perderme en tus ojos descubro el universo del amor, también los secretos compartidos, las promesas hechas y cumplidas, los sueños que nos unen con la fuerza de la sangre. Las palabras Te quiero me queman por dentro, desesperadas por ser pronunciadas en voz alta.
Me miras. Tus ojos son de un gris avellana que me recuerdan la niebla de un bosque frondoso.
Sonríes.
Mi mundo también lo hace. El aire huele a cerezas e ilusión. Me acerco lo suficiente como para poder susurrarte o besarte, pero no hago ninguna de las dos cosas.

Calma en mis sueños.
Nubes blancas.
Mar de algodón.
Te abrazo hasta que acaricio la realidad. Me besas con tal ternura que siento ganas de llorar.
Mi corazón te mira. Las pesadillas se alejan. Mis anhelos resplandecen.
Me adentro en el camino de la ilusión. El momento tiene el aroma del presente y la vida por descubrir.
Los malvises de nuevo llenan nuestra casa con sus trinos.


                                                                                        L.J. Pruneda