jueves, 26 de abril de 2018

Lluvia


Resultado de imagen de lluvia de primavera 
L.J. Pruneda

Hoy… especialmente hoy, acojo la descarga de una lluvia intensa sobre mí.
No son gotas frías, ni siquiera son húmedas. En realidad son gotas suaves, dulces y cristalinas.
Cierro los ojos para así sentir como, poco a poco, me va humedeciendo por completo un cálido aguacero de lágrimas sin sal relleno de...

Versos,
Pensamientos,
locura,
calor,
sentimientos,
palabras,
dulzura,
tormento,
roce,
calor,
fantasía,
complicidad.

Sí…
Hoy llueve torrencialmente sobre mí y... y ello me deja empapado en ti.

Información Concursos Literarios 17/2018



CursosEste es el enlace de la página de Escritores.org, donde se publica información sobre proximos concursos literarios.

http://www.escritores.org/index.php

Así adivina nuestro cerebro lo que otros van a decir

Abraham Alonso




Un nuevo estudio revela cómo somos capaces de anticipar lo que van a decir nuestros interlocutores y, así, acabar sus frases antes de que ellos lo hagan.





Un equipo de investigadores del Centro Vasco del Conocimiento, el Cerebro y el Lenguaje (BCBL), una institución en la que se estudian los procesos cognitivos relacionados con esta capacidad, ha descubierto cómo nuestro cerebro logra anticiparse y nos permite saber lo que van a expresar otras personas antes de que lo hagan. Es un fenómeno cotidiano que puede observarse, por ejemplo, en la siguiente situación. Si alguien dice: “Hace mucho frío; las manos se te van a helar si no te pones los…”, es muy probable que mentalmente completemos la frase con la palabra “guantes”. ¿Pero cómo es el mecanismo cerebral que lo permite?

Nuestro cerebro sabe lo que otros van a decir


Una de las hipótesis  más extendidas y aceptadas entre los neurocientíficos establece que este mecanismo tiene mucho que ver con la propia producción del lenguaje. Esto es, mientras escuchamos o leemos, en nuestro cerebro se activan distintas áreas relacionadas con la comprensión del mismo y el procesamiento de la información. En un informe publicado en SINC a propósito de este asunto, se indica que, en ese momento, se pone en marcha, además, otra red de circuitos cerebrales relacionados con la producción del lenguaje. Los expertos del BCBL señalan que algunos estudios ya habían mostrado la existencia de un vínculo entre esta capacidad y la predicción que hacemos de lo que se va a decir, pero indican que, hasta ahora, aún no estaba claro cómo se construía ese nexo.

Clave para conversar

Según explican en un ensayo publicado en Scientific Reports, para arrojar algo de luz sobre esta cuestión llevaron a cabo un experimento en el que participaron 60 personas, divididas en dos grupos. Estas debían leer un centenar de oraciones que iban apareciendo, palabra tras palabra, en el monitor de un ordenador. A la vez, los investigadores examinaron la actividad eléctrica de su cerebro. La idea era que los integrantes del primer grupo leyeran las frases en silencio, mientras que pronunciaban una y otra vez una misma sílaba, lo que bloqueaba el sistema motor implicado en la producción del lenguaje. En los miembros del segundo esto no ocurría, ya que simplemente tenían que hacer un leve ruido con la lengua a la vez que leían.

Clara D. Martín, una experta en psicología cognitiva del BCBL que ha coordinado esta iniciativa, apunta en el citado informe del SINC que si el sistema motor involucrado en la producción del lenguaje fuese imprescindible para anticipar palabras durante la lectura, los sujetos del primer grupo no podrían predecirlas. Pues bien, así fue. El segundo grupo consiguió anticipar más las palabras, una habilidad que, para Martín, favorece la percepción y la comprensión del lenguaje y hace que este sea más eficaz. “Contar con una palabra preactivada en el cerebro significa que será mucho más fácil reconocerla e integrarla”, asegura. Los resultados del estudio confirman, de este modo, la importancia que tiene esta forma de predicción para facilitar la fluidez en una conversación.

Referencia: Prediction is Production: The missing link between language production and comprehension. Clara D. Martin et al. Scientific Reports. Volume 8 (2018). Doi:10.1038/s41598-018-19499-4

sábado, 14 de abril de 2018

El día más largo


L.J. Pruneda 

El sol acaba de brotar.
Imagen relacionadaRojizo.
Luminoso.
Intenso.

El cielo tiembla bajo los rayos de luz y el viento tenue… sí, el viento parece querer peinarlo todo con las hojas que han abandonado lentamente las ramas de los árboles, y se van en busca de otro espacio, de otro lugar, generando un nuevo y desconocido paisaje.

Ante los ojos se presenta un horizonte único.
Mágico.
Como ocurre cada día cuando la mañana rúbrica su renaciente germinar.
Se presenta otra jornada, otra oportunidad de seguir con lo que ayer hemos dejado inacabado, o tal vez es el momento de comenzar algo nuevo, algo distinto.
Sí, se puede aprovechar la oportunidad, ya que la vida ofrece un nuevo día que será el nexo de unión entre el pasado y la posibilidad de vivir un desconocido y motivador comienzo de algo inimaginable.

Pero… no. No siempre es así.
Si por un momento observamos pacientemente a nuestro alrededor, se puede apreciar la presencia de personas que aborrecen sus trabajos, que no quieren a sus parejas, que desean ver y vivir otros mundos. Pero… pero que se quedan estáticos, un día tras otro, viviendo las vidas que un día crearon, y que hoy ya no desean vivir, pero tampoco se atreven a abandonar.
Sin apenas darle importancia a ese comportamiento, descubriríamos que, tal vez, hay miles de personas en el mundo atrapadas en vidas que ya no desean, que permanecen un año tras otro en una existencia que no les llena los sentidos.

Viven cada sol, como su día más largo.
No, no viven. Sobreviven.
Sobrellevan su existencia con más resignación que convencimiento.
No son felices. No saben lo que eso significa.

Mucha gente supone que la felicidad consiste sólo tener salud, amor y proyectos que les apasionen. Socialmente así se lo han mostrado, y ellos lo han percibido y compartido así desde su infancia. Pero bajo todas estas creencias subyace una ineludible base colectiva que sirve de motivo y a la vez de justificación, y que en definitiva nos hace olvidar que la felicidad es solo un estado interior que depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
Qué simple ¿verdad?

Aprecio que miras el texto con sorpresa ¿Crees haber leído algo chocante?
Ambos sabemos que esa felicidad que se busca, no depende de nuestras condiciones externas y sí se basa únicamente en la coherencia personal.

¿He escrito coherencia?
Parece una palabra tan fácil de pronunciar, pero… qué difícil de poner en práctica ¿verdad?
Sin embargo, ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos es lo que realmente nos hace sentir satisfechos.
 ¿O no?

Nacemos y según van pasando los meses y los años, unas veces de forma disciplinada y otras sometida, dedicamos más de la mitad de la vida a adiestrar nuestra mente, a adquirir capacidades para razonar, teorizar, vincular, distinguir, ordenar y argumentar. Por el contrario, se va dejando al azar la educación de nuestros propios afectos, el desarrollo del lenguaje emocional y todo lo que esto significa, desconociendo que con ello perdemos la posibilidad de conocer revelaciones vitales para acomodar nuestro sentir, y en definitiva nuestra propia vida ante la realidad.

Si somos lógicos con nosotros mismos, si respetamos la coherencia como norma de vida, descubriríamos con cierta sorpresa que nuestro estado de ánimo, nuestra salud, nuestro trabajo y todo lo demás, se sincronizan en armonía, siguiendo una curiosa inercia que parece ser impulsada por la fuerza de la naturaleza.

Tal vez estas palabras sólo son teoría.
Tal vez sólo son una realidad más, de tantas y tantas, como se dicen y señalan durante el transcurso de un día.
Tal vez sólo sea una de las muchas facetas del prisma que compone la vida.
Mientras tanto, podemos quedarnos con lo que Gandhi decía: “La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos”.

Tarea realmente difícil.


miércoles, 11 de abril de 2018

El poder negativo de la queja

Lectura: 5 min.

Nos quejamos continuamente casi sin darnos cuenta y no nos percatamos de cómo nos puede afectar. Hoy os hablo sobre las consecuencias negativas que tiene la queja y cómo aprender a evitarla.


¿Cuántas veces te quejas a lo largo del día? Intenta hacer el ejercicio de pensar de qué cosas te quejas y cuántas veces lo haces. Seguro que si haces el recuento descubres que practicas esto de la queja mucho más de lo que pensabas: llega tarde el autobús, tienes hambre pero no puedes comer nada hasta que salgas del trabajo, tu hijo ha dejado el comedor desordenado, tienes que estudiar y no te apetece, has quedado con alguien y llega tarde, te duelen los pies, etc. La lista de cosas cotidianas por las que nos quejamos puede llegar a ser interminable.
La queja es algo cotidiano que practicamos todos en algún momento determinado de nuestro día a día y cumple la función de desahogarse, de liberar el malestar que produce una situación determinada. Por tanto, quejarse no es algo malo, eso sí, siempre y cuando se haga de forma medida y no lo conviertas en un estilo de vida puesto que sólo con la queja no conseguirás cambiar las circunstancias o situaciones que tienes.

¿Por qué es negativo quejarse?
Ya he comentado que quejarse no tiene nada de malo de por sí, ya que vaciamos el malestar que llevamos dentro en un momento dado. Si no nos desahogamos nunca, podemos llegar a desarrollar ansiedad porque el malestar se queda dentro nuestro. Pero luego está el otro extremo, cuando la queja se convierte en una obsesión o en algo adictivo. El problema de los pensamientos negativos es que funcionan como una plaga. Un par de hormigas en casa no son un problema. El problema viene cuando las dejas y a los dos días tienes una invasión de estos insectos. Con la queja sucede lo mismo, los pensamientos negativos atraen otros pensamientos negativos que se "comen" las ideas positivas entrando así en una espiral de autodestrucción. Esa espiral autodestructiva hace que desprendas un aura de "mal rollo" que se propaga hacia los demás, de manera que la gente puede evitar hablar contigo porque todo lo que explicas son cosas negativas o de malestar. Y está claro que todos tenemos problemas y que necesitamos sacarlos de vez en cuando, pero eso, de vez en cuando, no continuamente. 

Por otra parte, puedes sentir que cuando ha acabado el día te falta energía. Esto es porque la negatividad consume mucha energía. Los pensamientos positivos recargan las pilas mientras que los negativos las vacían a marchas forzadas. Así, sentirás que cada día es pesado y duro de llevar y puedes acabar teniendo un estado de ánimo bajo que te conduzca a la apatía y el desánimo.

Además, mientras te quejas estás evitando responsabilizarte de los problemas y no te enfrentas a ellos. La queja suele ser enfocada hacia los demás, de manera que se hace poca autocrítica y por tanto, te comportas de una forma poco madura. Por ejemplo, si llegas tarde al trabajo piensas que es porque el autobús ha pasado 5 minutos más tarde de la hora, pero quizás sería importante tener en cuenta que si te hubieras levantado un poco antes, quizás habrías podido llegar al bus de antes y habrías llegado perfectamente al trabajo. 

Y luego está el poder de nuestra mente. Cuando pensamos en negativo y nuestras expectativas sobre las cosas son que obtendremos resultados malos, no empleamos la misma energía ni fuerza para enfrentarnos a las situaciones porque sabemos de antemano que van a salir mal, y cuando nos salen mal en consecuencia, confirmamos nuestra hipótesis previamente fijada, de manera que reforzamos la espiral de pensamientos negativos con un "¿ves como sabía yo que iba a pasar esto?". Lo explico con un ejemplo para entenderlo mejor: Te animan a apuntarte a clases de inglés pero mientras lo estás haciendo, piensas que no sabes para qué te esfuerzas si no se te dan bien los idiomas, nunca se te han dado bien y seguro que suspendes y tiras el dinero, es decir, tus expectativas son negativas. En consecuencia le dedicas poco tiempo al estudio porque no confías en ti y el esfuerzo que haces no es suficiente o mientras estudias estás pensando en lo poco que te gusta esto y la poca habilidad que tienes. Al no dedicar suficiente tiempo y concentración, obtienes el resultado que esperabas, suspendes el primer examen y confirmas tu hipótesis de que no se te dan bien los idiomas, por lo que te desanimas más y decides dejar los estudios pensando "yo ya sabía que pasaría esto". 

¿Cómo puedo dejar de quejarme?
  1. El primer paso es la toma de conciencia. Si recuerdas, he empezado este artículo con la pregunta de cuántas veces te quejas a lo largo del día. El primer paso para cambiar algo es ser consciente de la realidad. Observa tus pensamientos a lo largo de tu día y haz este mismo ejercicio de concienciación durante una semana. Escribe todas las veces que te has quejado o has pensado en quejarte en una libreta y analiza todas esas preocupaciones.
  2. El siguiente paso es pensar en cada una de esas situaciones, ¿cuánto tiempo te ha durado ese pensamiento?, ¿has encadenado con otros pensamientos negativos?. Valora del total de tu día, cuanto tiempo has dedicado a pensar en cosas negativas o a quejarte.
  3. Una vez hecho el ejercicio de la toma de conciencia, el siguiente paso es valorar la necesidad de la queja y aprender a relativizar las cosas que suceden. Evidentemente nos podemos poner quisquillosos y quejarnos de todo lo que no funciona, pero quizás hay que darle menos importancia a las cosas negativas y no darle tantas vueltas. Por ejemplo: tu pareja no ha dejado la comida hecha y tienes el tiempo justo para comer e irte a trabajar. En un primer momento la queja puede ser algo como: "siempre igual, no se acuerda de mí, eso es lo que me quiere, así no podemos seguir, la relación no funciona..." y así hasta dramatizar cada vez más la situación cuando partimos de la base de que no se ha acordado de hacerte la comida. El pensamiento alternativo podría ser algo como: "vaya, ahora me tengo que hacer un bocadillo porque no me da tiempo de hacerme la comida. Cuando llegue mi pareja a casa hablaré con él/ella para que recuerde la importancia de dejar algo hecho o sino tendremos que buscar la alternativa como dejar la comida preparada el día anterior". En este segundo planteamiento el malestar que provoca la situación es mucho menor. Este ejercicio supone relativizar los problemas y no darle tanta rienda suelta a la queja.
  4. Y por último, pero no menos importante, tratar de ver las cosas de una forma positiva. Está demostrado que vivimos más felices cuando somos optimistas, vemos la parte positiva de la vida y de las situaciones y no le damos demasiadas vueltas a lo que no funciona. Entonces, ¡vamos a ponerlo en práctica todos! Intenta estar una semana sin quejarte y buscando la parte positiva de todo y luego valora el resultado.
Encarni Muñoz Silva
Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918

lunes, 9 de abril de 2018

Decálogo para educar en la igualdad de género

La violencia de género sigue siendo un problema en nuestra sociedad y, según los expertos, una forma eficaz de prevenirla es la educación desde edades tempranas.

Decálogo para educar en la igualdad de género
Aunque la situación ha cambiado mucho en los últimos años, todavía queda un largo camino para llegar a la igualdad de género. La sociedad no espera lo mismo, ni ofrece idénticas oportunidades a hombres y a mujeres. Además, se valora de manera más positiva a quienes se ajustan a las expectativas y los roles dominantes. Algunos estudios han demostrado que los hombres que despliegan características “masculinas” y las mujeres que exhiben características “femeninas” reciben evaluaciones más positivas que quienes no lo hacen, según explica el informe de la campaña “Muévete por una educación de igualdad”, impulsada por Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed y apoyada por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo.

Y es que no somos conscientes, pero todos tenemos muy arraigados algunos prejuicios y actitudes machistas que seguimos reproduciendo generación tras generación, seguramente porque es lo que hemos observado e interiorizado desde que éramos pequeñitos. Por eso, la educación es fundamental para romper con estos prejuicios. En casa, los padres son el ejemplo a seguir, y conviene reflexionar sobre los valores que se transmiten a los hijos. Para ello, es útil hacerse preguntas del tipo: ¿Quién toma las decisiones importantes en casa? ¿Cómo se organiza el reparto de tareas?

 ¿Cómo se resuelven los conflictos?
“Los adultos que rodean a los niños son una fuente de información constante, que es aceptada por ellos sin filtro ni cuestionamiento. De manera silenciosa, los niños y niñas integran todo lo que les llega y lo imitan”, explica Sergio Díez, coordinador de la Escuela de Filósofos de los Colegios Brains. Desde estos centros educativos se sugiere un decálogo de buenas prácticas para padres y profesores que puede ayudar a educar a los más pequeños y a prevenir la discriminación y la violencia de género:

1. Observar y escuchar

Es importante observar cómo se relacionan nuestros hijos con sus compañeros y compañeras, entender qué conceptos manejan.

2. Desmontemos los prejuicios

Cuando afirman algo categóricamente hay que responder con una pregunta: ¿por qué? Por ejemplo, si nuestro hijo nos dice que fregar es de mujeres, podemos preguntarle: “¿Por qué es de mujeres? ¿Los niños no tienen manos? ¿Por qué no van a saber fregar?”. Al tratar de razonar el prejuicio, éste acaba autodestruyéndose.
Además, recordemos la discriminación también se produce hacia el género masculino: todavía existe una percepción de los niños deben ser más duros, mientras que las niñas son sensibles. Está peor visto y a muchos chicos se les ridiculiza por llorar, o por mostrar una mayor sensibilidad, y esos son prejuicios que también debemos esforzarnos por desmontar.

3. No se puede generalizar

Debemos hacerles comprender que las generalizaciones conducen a error. Cada persona es única e irrepetible, y tiene virtudes, defectos y capacidades propias, independientemente de si es hombre o mujer.
Tenemos características propias que nos vienen dadas por nuestro sexo, pero esto no debería que implicar que tengamos distintas oportunidades o que se espere que nos comportemos de una forma u otra.

4. Implicar a los niños y niñas en las tareas del hogar

Asignarles responsabilidades o actividades cotidianas que tradicionalmente han sido consideradas 'cosas de mujeres' o 'cosas de hombres'.

5. Compartir la información, debatir con ellos

Es bueno hablar con ellos de la información que reciben en la escuela, en la televisión, de sus amigos… así generamos el hábito de conversar y discutir ideas en casa y fomentamos en los niños el espíritu crítico. Además, nos ayuda a entender cómo son, qué ven, qué piensan y cómo se sienten.

6. Comprender nuestras propias limitaciones en cuanto a género

Hemos sido educados en una sociedad que, igual que hoy, pretendía asignar un rol a cada sexo, y por eso nosotros mismos, tanto hombres como mujeres, tenemos interiorizadas algunas actitudes discriminatorias. Es bueno mirarnos con ojo crítico y, de alguna manera, reeducarnos.

7. Responde sus dudas

Debemos procurar que el momento de la televisión lo compartan con nosotros, y tenemos que responder a cualquier pregunta que les surja respecto a aquello que están viendo, incluidas las aquellas sobre sexualidad o relaciones entre hombres y mujeres.

8. Juegos “unisex”

Muchos juegos tradicionales no necesitan herramientas, ni tienen roles definidos: el pañuelo, la gallinita ciega, el rescate... son divertidos, no entienden de género, ¡y no pasan de moda!

9. Da ejemplo

Ellos nos observan y son como esponjas: repiten nuestras palabras e imitan nuestros comportamientos. Ven cómo nos relacionamos con ellos, con nuestra pareja, con nosotros mismos, con el entorno familiar y con la sociedad. Los patrones de comportamiento se heredan, y no es sencillo desligarse de esta influencia familiar. Evitemos roles, tópicos, lugares comunes respecto al género, y dejemos que vayan creando sus propias opiniones desde el respeto y la empatía por lo diferente.

10. El aprendizaje nunca se acaba

Para enseñar hábitos, debemos ser nuestra mejor versión posible. Y para ello tenemos que desaprender, criticarnos, ver y comprender la realidad de nuestro entorno y cambiar lo que no funciona.


Fuentes: Escuela de Filósofos de los Colegios Brains y campaña “Muévete por la Igualdad” de Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed y Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo.