sábado, 14 de abril de 2018

El día más largo


L.J. Pruneda 

El sol acaba de brotar.
Imagen relacionadaRojizo.
Luminoso.
Intenso.

El cielo tiembla bajo los rayos de luz y el viento tenue… sí, el viento parece querer peinarlo todo con las hojas que han abandonado lentamente las ramas de los árboles, y se van en busca de otro espacio, de otro lugar, generando un nuevo y desconocido paisaje.

Ante los ojos se presenta un horizonte único.
Mágico.
Como ocurre cada día cuando la mañana rúbrica su renaciente germinar.
Se presenta otra jornada, otra oportunidad de seguir con lo que ayer hemos dejado inacabado, o tal vez es el momento de comenzar algo nuevo, algo distinto.
Sí, se puede aprovechar la oportunidad, ya que la vida ofrece un nuevo día que será el nexo de unión entre el pasado y la posibilidad de vivir un desconocido y motivador comienzo de algo inimaginable.

Pero… no. No siempre es así.
Si por un momento observamos pacientemente a nuestro alrededor, se puede apreciar la presencia de personas que aborrecen sus trabajos, que no quieren a sus parejas, que desean ver y vivir otros mundos. Pero… pero que se quedan estáticos, un día tras otro, viviendo las vidas que un día crearon, y que hoy ya no desean vivir, pero tampoco se atreven a abandonar.
Sin apenas darle importancia a ese comportamiento, descubriríamos que, tal vez, hay miles de personas en el mundo atrapadas en vidas que ya no desean, que permanecen un año tras otro en una existencia que no les llena los sentidos.

Viven cada sol, como su día más largo.
No, no viven. Sobreviven.
Sobrellevan su existencia con más resignación que convencimiento.
No son felices. No saben lo que eso significa.

Mucha gente supone que la felicidad consiste sólo tener salud, amor y proyectos que les apasionen. Socialmente así se lo han mostrado, y ellos lo han percibido y compartido así desde su infancia. Pero bajo todas estas creencias subyace una ineludible base colectiva que sirve de motivo y a la vez de justificación, y que en definitiva nos hace olvidar que la felicidad es solo un estado interior que depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
Qué simple ¿verdad?

Aprecio que miras el texto con sorpresa ¿Crees haber leído algo chocante?
Ambos sabemos que esa felicidad que se busca, no depende de nuestras condiciones externas y sí se basa únicamente en la coherencia personal.

¿He escrito coherencia?
Parece una palabra tan fácil de pronunciar, pero… qué difícil de poner en práctica ¿verdad?
Sin embargo, ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos es lo que realmente nos hace sentir satisfechos.
 ¿O no?

Nacemos y según van pasando los meses y los años, unas veces de forma disciplinada y otras sometida, dedicamos más de la mitad de la vida a adiestrar nuestra mente, a adquirir capacidades para razonar, teorizar, vincular, distinguir, ordenar y argumentar. Por el contrario, se va dejando al azar la educación de nuestros propios afectos, el desarrollo del lenguaje emocional y todo lo que esto significa, desconociendo que con ello perdemos la posibilidad de conocer revelaciones vitales para acomodar nuestro sentir, y en definitiva nuestra propia vida ante la realidad.

Si somos lógicos con nosotros mismos, si respetamos la coherencia como norma de vida, descubriríamos con cierta sorpresa que nuestro estado de ánimo, nuestra salud, nuestro trabajo y todo lo demás, se sincronizan en armonía, siguiendo una curiosa inercia que parece ser impulsada por la fuerza de la naturaleza.

Tal vez estas palabras sólo son teoría.
Tal vez sólo son una realidad más, de tantas y tantas, como se dicen y señalan durante el transcurso de un día.
Tal vez sólo sea una de las muchas facetas del prisma que compone la vida.
Mientras tanto, podemos quedarnos con lo que Gandhi decía: “La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos”.

Tarea realmente difícil.


miércoles, 11 de abril de 2018

El poder negativo de la queja

Lectura: 5 min.

Nos quejamos continuamente casi sin darnos cuenta y no nos percatamos de cómo nos puede afectar. Hoy os hablo sobre las consecuencias negativas que tiene la queja y cómo aprender a evitarla.


¿Cuántas veces te quejas a lo largo del día? Intenta hacer el ejercicio de pensar de qué cosas te quejas y cuántas veces lo haces. Seguro que si haces el recuento descubres que practicas esto de la queja mucho más de lo que pensabas: llega tarde el autobús, tienes hambre pero no puedes comer nada hasta que salgas del trabajo, tu hijo ha dejado el comedor desordenado, tienes que estudiar y no te apetece, has quedado con alguien y llega tarde, te duelen los pies, etc. La lista de cosas cotidianas por las que nos quejamos puede llegar a ser interminable.
La queja es algo cotidiano que practicamos todos en algún momento determinado de nuestro día a día y cumple la función de desahogarse, de liberar el malestar que produce una situación determinada. Por tanto, quejarse no es algo malo, eso sí, siempre y cuando se haga de forma medida y no lo conviertas en un estilo de vida puesto que sólo con la queja no conseguirás cambiar las circunstancias o situaciones que tienes.

¿Por qué es negativo quejarse?
Ya he comentado que quejarse no tiene nada de malo de por sí, ya que vaciamos el malestar que llevamos dentro en un momento dado. Si no nos desahogamos nunca, podemos llegar a desarrollar ansiedad porque el malestar se queda dentro nuestro. Pero luego está el otro extremo, cuando la queja se convierte en una obsesión o en algo adictivo. El problema de los pensamientos negativos es que funcionan como una plaga. Un par de hormigas en casa no son un problema. El problema viene cuando las dejas y a los dos días tienes una invasión de estos insectos. Con la queja sucede lo mismo, los pensamientos negativos atraen otros pensamientos negativos que se "comen" las ideas positivas entrando así en una espiral de autodestrucción. Esa espiral autodestructiva hace que desprendas un aura de "mal rollo" que se propaga hacia los demás, de manera que la gente puede evitar hablar contigo porque todo lo que explicas son cosas negativas o de malestar. Y está claro que todos tenemos problemas y que necesitamos sacarlos de vez en cuando, pero eso, de vez en cuando, no continuamente. 

Por otra parte, puedes sentir que cuando ha acabado el día te falta energía. Esto es porque la negatividad consume mucha energía. Los pensamientos positivos recargan las pilas mientras que los negativos las vacían a marchas forzadas. Así, sentirás que cada día es pesado y duro de llevar y puedes acabar teniendo un estado de ánimo bajo que te conduzca a la apatía y el desánimo.

Además, mientras te quejas estás evitando responsabilizarte de los problemas y no te enfrentas a ellos. La queja suele ser enfocada hacia los demás, de manera que se hace poca autocrítica y por tanto, te comportas de una forma poco madura. Por ejemplo, si llegas tarde al trabajo piensas que es porque el autobús ha pasado 5 minutos más tarde de la hora, pero quizás sería importante tener en cuenta que si te hubieras levantado un poco antes, quizás habrías podido llegar al bus de antes y habrías llegado perfectamente al trabajo. 

Y luego está el poder de nuestra mente. Cuando pensamos en negativo y nuestras expectativas sobre las cosas son que obtendremos resultados malos, no empleamos la misma energía ni fuerza para enfrentarnos a las situaciones porque sabemos de antemano que van a salir mal, y cuando nos salen mal en consecuencia, confirmamos nuestra hipótesis previamente fijada, de manera que reforzamos la espiral de pensamientos negativos con un "¿ves como sabía yo que iba a pasar esto?". Lo explico con un ejemplo para entenderlo mejor: Te animan a apuntarte a clases de inglés pero mientras lo estás haciendo, piensas que no sabes para qué te esfuerzas si no se te dan bien los idiomas, nunca se te han dado bien y seguro que suspendes y tiras el dinero, es decir, tus expectativas son negativas. En consecuencia le dedicas poco tiempo al estudio porque no confías en ti y el esfuerzo que haces no es suficiente o mientras estudias estás pensando en lo poco que te gusta esto y la poca habilidad que tienes. Al no dedicar suficiente tiempo y concentración, obtienes el resultado que esperabas, suspendes el primer examen y confirmas tu hipótesis de que no se te dan bien los idiomas, por lo que te desanimas más y decides dejar los estudios pensando "yo ya sabía que pasaría esto". 

¿Cómo puedo dejar de quejarme?
  1. El primer paso es la toma de conciencia. Si recuerdas, he empezado este artículo con la pregunta de cuántas veces te quejas a lo largo del día. El primer paso para cambiar algo es ser consciente de la realidad. Observa tus pensamientos a lo largo de tu día y haz este mismo ejercicio de concienciación durante una semana. Escribe todas las veces que te has quejado o has pensado en quejarte en una libreta y analiza todas esas preocupaciones.
  2. El siguiente paso es pensar en cada una de esas situaciones, ¿cuánto tiempo te ha durado ese pensamiento?, ¿has encadenado con otros pensamientos negativos?. Valora del total de tu día, cuanto tiempo has dedicado a pensar en cosas negativas o a quejarte.
  3. Una vez hecho el ejercicio de la toma de conciencia, el siguiente paso es valorar la necesidad de la queja y aprender a relativizar las cosas que suceden. Evidentemente nos podemos poner quisquillosos y quejarnos de todo lo que no funciona, pero quizás hay que darle menos importancia a las cosas negativas y no darle tantas vueltas. Por ejemplo: tu pareja no ha dejado la comida hecha y tienes el tiempo justo para comer e irte a trabajar. En un primer momento la queja puede ser algo como: "siempre igual, no se acuerda de mí, eso es lo que me quiere, así no podemos seguir, la relación no funciona..." y así hasta dramatizar cada vez más la situación cuando partimos de la base de que no se ha acordado de hacerte la comida. El pensamiento alternativo podría ser algo como: "vaya, ahora me tengo que hacer un bocadillo porque no me da tiempo de hacerme la comida. Cuando llegue mi pareja a casa hablaré con él/ella para que recuerde la importancia de dejar algo hecho o sino tendremos que buscar la alternativa como dejar la comida preparada el día anterior". En este segundo planteamiento el malestar que provoca la situación es mucho menor. Este ejercicio supone relativizar los problemas y no darle tanta rienda suelta a la queja.
  4. Y por último, pero no menos importante, tratar de ver las cosas de una forma positiva. Está demostrado que vivimos más felices cuando somos optimistas, vemos la parte positiva de la vida y de las situaciones y no le damos demasiadas vueltas a lo que no funciona. Entonces, ¡vamos a ponerlo en práctica todos! Intenta estar una semana sin quejarte y buscando la parte positiva de todo y luego valora el resultado.
Encarni Muñoz Silva
Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918

lunes, 9 de abril de 2018

Decálogo para educar en la igualdad de género

La violencia de género sigue siendo un problema en nuestra sociedad y, según los expertos, una forma eficaz de prevenirla es la educación desde edades tempranas.

Decálogo para educar en la igualdad de género
Aunque la situación ha cambiado mucho en los últimos años, todavía queda un largo camino para llegar a la igualdad de género. La sociedad no espera lo mismo, ni ofrece idénticas oportunidades a hombres y a mujeres. Además, se valora de manera más positiva a quienes se ajustan a las expectativas y los roles dominantes. Algunos estudios han demostrado que los hombres que despliegan características “masculinas” y las mujeres que exhiben características “femeninas” reciben evaluaciones más positivas que quienes no lo hacen, según explica el informe de la campaña “Muévete por una educación de igualdad”, impulsada por Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed y apoyada por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo.

Y es que no somos conscientes, pero todos tenemos muy arraigados algunos prejuicios y actitudes machistas que seguimos reproduciendo generación tras generación, seguramente porque es lo que hemos observado e interiorizado desde que éramos pequeñitos. Por eso, la educación es fundamental para romper con estos prejuicios. En casa, los padres son el ejemplo a seguir, y conviene reflexionar sobre los valores que se transmiten a los hijos. Para ello, es útil hacerse preguntas del tipo: ¿Quién toma las decisiones importantes en casa? ¿Cómo se organiza el reparto de tareas?

 ¿Cómo se resuelven los conflictos?
“Los adultos que rodean a los niños son una fuente de información constante, que es aceptada por ellos sin filtro ni cuestionamiento. De manera silenciosa, los niños y niñas integran todo lo que les llega y lo imitan”, explica Sergio Díez, coordinador de la Escuela de Filósofos de los Colegios Brains. Desde estos centros educativos se sugiere un decálogo de buenas prácticas para padres y profesores que puede ayudar a educar a los más pequeños y a prevenir la discriminación y la violencia de género:

1. Observar y escuchar

Es importante observar cómo se relacionan nuestros hijos con sus compañeros y compañeras, entender qué conceptos manejan.

2. Desmontemos los prejuicios

Cuando afirman algo categóricamente hay que responder con una pregunta: ¿por qué? Por ejemplo, si nuestro hijo nos dice que fregar es de mujeres, podemos preguntarle: “¿Por qué es de mujeres? ¿Los niños no tienen manos? ¿Por qué no van a saber fregar?”. Al tratar de razonar el prejuicio, éste acaba autodestruyéndose.
Además, recordemos la discriminación también se produce hacia el género masculino: todavía existe una percepción de los niños deben ser más duros, mientras que las niñas son sensibles. Está peor visto y a muchos chicos se les ridiculiza por llorar, o por mostrar una mayor sensibilidad, y esos son prejuicios que también debemos esforzarnos por desmontar.

3. No se puede generalizar

Debemos hacerles comprender que las generalizaciones conducen a error. Cada persona es única e irrepetible, y tiene virtudes, defectos y capacidades propias, independientemente de si es hombre o mujer.
Tenemos características propias que nos vienen dadas por nuestro sexo, pero esto no debería que implicar que tengamos distintas oportunidades o que se espere que nos comportemos de una forma u otra.

4. Implicar a los niños y niñas en las tareas del hogar

Asignarles responsabilidades o actividades cotidianas que tradicionalmente han sido consideradas 'cosas de mujeres' o 'cosas de hombres'.

5. Compartir la información, debatir con ellos

Es bueno hablar con ellos de la información que reciben en la escuela, en la televisión, de sus amigos… así generamos el hábito de conversar y discutir ideas en casa y fomentamos en los niños el espíritu crítico. Además, nos ayuda a entender cómo son, qué ven, qué piensan y cómo se sienten.

6. Comprender nuestras propias limitaciones en cuanto a género

Hemos sido educados en una sociedad que, igual que hoy, pretendía asignar un rol a cada sexo, y por eso nosotros mismos, tanto hombres como mujeres, tenemos interiorizadas algunas actitudes discriminatorias. Es bueno mirarnos con ojo crítico y, de alguna manera, reeducarnos.

7. Responde sus dudas

Debemos procurar que el momento de la televisión lo compartan con nosotros, y tenemos que responder a cualquier pregunta que les surja respecto a aquello que están viendo, incluidas las aquellas sobre sexualidad o relaciones entre hombres y mujeres.

8. Juegos “unisex”

Muchos juegos tradicionales no necesitan herramientas, ni tienen roles definidos: el pañuelo, la gallinita ciega, el rescate... son divertidos, no entienden de género, ¡y no pasan de moda!

9. Da ejemplo

Ellos nos observan y son como esponjas: repiten nuestras palabras e imitan nuestros comportamientos. Ven cómo nos relacionamos con ellos, con nuestra pareja, con nosotros mismos, con el entorno familiar y con la sociedad. Los patrones de comportamiento se heredan, y no es sencillo desligarse de esta influencia familiar. Evitemos roles, tópicos, lugares comunes respecto al género, y dejemos que vayan creando sus propias opiniones desde el respeto y la empatía por lo diferente.

10. El aprendizaje nunca se acaba

Para enseñar hábitos, debemos ser nuestra mejor versión posible. Y para ello tenemos que desaprender, criticarnos, ver y comprender la realidad de nuestro entorno y cambiar lo que no funciona.


Fuentes: Escuela de Filósofos de los Colegios Brains y campaña “Muévete por la Igualdad” de Ayuda en Acción, Entreculturas e InteRed y Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo.

jueves, 5 de abril de 2018

La arriesgada vida de las mujeres desterradas por menstruar en Nepal

En Nepal, una tradición sobre la impureza de la sangre menstrual obliga a las mujeres con la regla a exiliarse, algo conocido como chaupadi. 

Por Sarah Stacke - National Geographic
Fotografías de Poulomi Basu

La madre de la fotógrafa Poulomi Basu, viuda, no puede vestir de color rojo. En la India, el país donde nació Basu, el rojo simboliza la pureza y el pecado y también se usa para marcar las ocasiones felices. La cultura tradicional hindú dicta que las viudas solo pueden vestir saris de tela blanca —el color del luto y de la muerte— durante el resto de su vida. Además, se les prohíbe asistir a celebraciones o volver a casarse.

En los 16 años que han pasado desde la muerte de su padre, Basu, de 33 años, ha convencido a su madre para remplazar sus saris blancos con telas de colores más vivos, pero todavía no viste de rojo ni de rosa. Basu ha conseguido cambiar el rumbo de una tradición represiva en la vida de una de las personas más importantes de su mundo: su madre. «Empieza una por una», así explica Basu su enfoque sobre cómo generar cambio.
«A medida que crecía, me di cuenta de cómo se usaban las costumbres y las tradiciones como fuerzas para someter y controlar a las mujeres», y esto incluye el uso del color, explica.

En su serie A Ritual of Exile, Basu estudia el rojo como color relacionado con la sangre de la menstruación. Su objetivo a largo plazo es contribuir a poner fin a la arraigada práctica hindú del chaupadi, que aísla a las mujeres con la regla y las sitúa en un ciclo normalizado de violencia perpetuada por la costumbre, la tradición y la religión.

Su obra, fotografiada en Nepal, revela las situaciones extremas que las mujeres en regiones rurales soportan durante una semana al mes durante los 35 o 45 años de su ciclo menstrual. Las mujeres son expulsadas de sus casas, ya que se las ve como impuras, intocables y con el poder de provocar desastres para las personas, el ganado y la tierra cuando sangran. Algunas se quedan en cobertizos cercanos, mientras que otras deben viajar a 10 o 15 minutos de sus casas a pié, atravesando densos bosques para llegar a pequeñas cabañas aisladas. Durante su exilio, las mujeres se enfrentan a —y frecuentemente mueren por— las altas temperaturas, la asfixia por los fuegos que encienden para mantenerse en calor durante el invierno, el veneno de las cobras y las violaciones.

Basu comenzó su proyecto en 2013, visitando Nepal una media de dos semanas al año. Es difícil acceder y suele depender de guardianes como los maridos, las suegras, las profesoras y de las mujeres temporalmente marginadas. Basu, que tuvo que caminar entre seis y ocho horas sobre terreno montañoso para llegar a las aldeas donde tiene lugar el chaupadi, ha tenido tiempo para reflexionar. «No podía creerme cuánto dolor había en esa belleza y ese paisaje que asociamos a la libertad, la aventura y la evasión», explica. Para Basu, el elevado y turbulento paisaje rural de Nepal —ya sea un brillante cielo lleno de estrellas o las nubes de una tormenta inminente— ha llegado a simbolizar el dolor que sufren las mujeres de allí.

«Mi trabajo es muy silencioso porque gran parte tiene que ver con la lucha silenciosa y la protesta silenciosa» que acompañan a la opresión de las mujeres en una sociedad patriarcal, señala Basu.

Basu piensa en la historia de Lakshmi, una mujer de unos 30 años con tres hijos. Su marido la dejó hace cinco años y nunca regresó. Pero Lakshmi va obedientemente al exilio cuando tiene la regla. Su suegra se lo impone. Lakshmi se ve obligada a llevarse a su hijo con ella al remoto páramo.

A continuación, cuenta la historia de una profesora de escuela, una de las pocas mujeres que conoció en las aldeas que no practicaba el chaupadi. Cuando su mejor amiga murió después de que la violaran en el exilio, su marido apoyó su decisión de abandonar la tradición. A fin de cuentas, para Basu este fue un momento alentador en la historia del chaupadi.

Una de sus imágenes favoritas muestra a Chandra Tiruva, de 34 años, y a su hijo, Madan, de 2 años, compartiendo una cabaña con Mangu Bika, de 14 años. Las mujeres que practican el chaupadi al mismo tiempo duermen la una cerca de la otra. «Es un momento muy tierno», afirma Basu. «Aún en el exilio, el niño busca el pecho de la madre. Es un momento de paz y amor dentro de ese espacio».

Basu sabe qué se siente cuando otros toman decisiones por ti y la ira y la frustración que provoca. «No se me permitía entrar en una cocina cuando tenía la regla y las festividades religiosas me estaban prohibidas cada vez que sangraba», recuerda.

También está familiarizada con la fuerza de una madre que hace todo lo que puede para ayudar a su hija a salir de un ciclo de sufrimiento e injusticia. Tras la muerte de su padre, el hermano mayor de Basu, bastante conservador, se convirtió en el cabeza de familia. Basu decidió irse de casa y, con la inesperada ayuda financiera y el apoyo de su madre, se trasladó a Bombay. Este fue un importante catalizador para la vida libre de limitaciones tradicionales que lleva ahora. «No mucha gente tiene la alternativa que yo tuve», admite Basu. «Si [mi madre] hubiera llorado y se hubiera derrumbado y hubiera dicho que no podía irme, no me hubiera marchado».

En sus fotografías, Basu reconoce la conexión emocional que establece entre sus propias experiencias y las madres que protegen por instinto a sus hijos en circunstancias extremas.
Aunque el Tribunal Supremo de Nepal declaró ilegal el chaupadi en 2005, las mujeres a quienes fotografía Basu han sido educadas para aceptar la tradición sin protestar. Pero mantener la boca cerrada no implica que hayan aceptado el chaupadi para sus hijas. Unas cuantas han preguntado a Basu de forma clandestina: «¿Te llevarías a mi hija? Llévatela a la ciudad contigo. Llévatela, corre».

El camino hacia la revolución no es fácil, afirma Basu.


Lo que hace tu cuerpo mientras duermes

Cuando apagamos la luz y nos rendimos al sueño arranca un proceso bastante curioso.

cuerpo-duermesCon el ritmo de vida actual, cada vez más ocupados (¡tantas cosas por hacer!), dormir puede parecernos bastante improductivo, pero solo porque no estés despierto, no significa que no estén pasando cosas en tu cuerpo.

Durante esas 6, 7 u 8 horas diarias de sueño pasamos por diferentes etapas de sueño en las que ya conocemos que si nos despertamos durante la primera etapa sentiremos que no hemos dormido nada en absoluto.
Justo en esta etapa es cuando es más fácil que nos despertemos. Los músculos se relajan y comienza el movimiento ocular lento.

La segunda etapa es lo que Philip Gehrman, profesor asistente de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania (EE. UU.), afirma que es el "sueño promedio", donde pasamos la mitad de la noche. En esta etapa las ondas cerebrales son lentas -con algunas variaciones rápidas- y tanto nuestro ritmo cardíaco como la presión arterial se vuelven más lentas e irregulares. Esto significa que, durante gran parte de la noche, el corazón y el sistema vascular está recibiendo un muy necesario descanso, lo que podría ayudar a explicar los muchos beneficios cardiovasculares de dormir.

Así, en resumidas cuentas en esta segunda etapa: nuestra respiración y el latido de nuestro corazón se vuelven regulares, la temperatura del cuerpo desciende, perdemos la sensación del lugar en el que nos encontramos, las ondas cerebrales se vuelven más lentas y el movimiento de los ojos cesa. Un poco más tarde, la presión arterial cae y los músculos se relajan aún más.

Los movimientos oculares son uno de los actos más conocidos en la etapa del sueño
La tercera etapa es nuestro sueño más profundo, y es cuando nuestras ondas cerebrales se transforman en ondas restaurativas, lentas y de gran amplitud. Prácticamente la mayoría de nuestras funciones corporales se ralentizan durante este tiempo y nuestros cuerpos comienzan a repararse. La energía se restaura.

También es la fase en la que las personas caminan dormidas, hablan o comen.
El sueño REM es donde experimentamos sueños vívidos. Algunos expertos suelen llamarlo "sueño paradójico" porque el cuerpo está fuera de combate mientras el cerebro se ilumina como si estuviéramos despiertos. Y, sí, durante este tiempo también experimentamos un movimiento ocular rápido (que le da su nombre a esta etapa, rapid eye movement, REM). Los músculos están paralizados y la respiración y la frecuencia cardíaca pueden variar mucho.

En esta etapa se produce la liberación de hormonas. Así, por ejemplo, según la Red de Salud Hormonal, a medida que nos dormimos -aunque los expertos aún no están seguros de exactamente cuándo-, el sistema digestivo provoca que las hormonas llamadas leptina (que inhibe el hambre) y ghrelina (que estimula el hambre) se equilibren. En el caso de que no durmamos lo suficiente, este equilibrio puede alterarse, lo que explicaría por qué las personas con insomnio ven afectado su apetito.
Finalmente, en esta etapa nuestro cerebro también bloquea los recuerdos y archiva la información que absorbió el día anterior.

Aunque no siempre es posible dormir de las 7 a 10 horas recomendadas por noche por algunos expertos, al menos ahora podemos apreciar lo que sucede cuando lo hacemos.


 Sarah Romero

miércoles, 4 de abril de 2018

Los mitos románticos pueden provocar violencia de género entre los jóvenes

Un estudio señala que estas ficciones relegan a las mujeres a un segundo plano, en el que el hombre tiene el deber de protegerla o someterla.

 3 minutos de lectura

Los mitos románticos pueden provocar violencia de género
Un estudio de la Universidad de Granada (UGR) revela que la aceptación de los falsos mitos amorosos puede conducir a desarrollar conductas de violencia de género. Este es un problema que afecta en especial al sector adolescente y joven, precisamente por su vulnerabilidad.
La investigación ha evaluado así la interiorización de los falsos mitos del amor romántico en jóvenes con un rango de edad comprendido entre 18 y 35 años. A través de una encuesta realizada a 153 voluntarios (dentro de estas edades), se estima que alrededor del 70% de ellos cree que “el amor lo puede todo”, “sólo existe una media naranja para mí” y “el amor es ciego”. Estas respuestas reflejan claramente que estos mitos románticos están muy arraigados en la cultura de los jóvenes.

José Miguel García Ramírez, como profesor del departamento de Psicología Social de la UGR y director del proyecto advierte que “el principal problema es que estos mitos se consolidan entre las mujeres y a la misma vez se potencia en los hombres”.
Los sondeos entre los voluntarios del proyecto han desvelado además, que sólo el 13,7% de los participantes cree que se puede llegar a ser feliz sin tener una relación, frente a casi un 87% que opina que no se puede ser feliz sin pareja.

El 70% de los jóvenes piensa que existe el amor predestinado y casi un 87% opina que no podrían ser felices sin una pareja.

Amores de película con roles machistas

Desde bien pequeños se nos vende la idea de la mujer indefensa, incapaz de afrontar los retos sin una ayuda masculina. La aceptación del mito del príncipe azul relega a las mujeres a un plano secundario en el que el hombre tiene el deber de protegerla, y con ello, inconscientemente someterla.

Estas creencias populares no hacen sino aumentar el machismo de una forma muy sutil, pues al inculcarla a edades tempranas, la interiorización es prácticamente inmediata.
Los mitos amorosos y pasionales otorgan a la mujer características como la paciencia, la dulzura, la comprensión y el rol de cuidadora en la familia. Por su parte, al hombre siempre se le asigna el deber de proteger y mantener a la familia, así como la agresividad, la valentía y la valía en el trabajo.

Según este estudio de la UGR, los falsos mitos del amor romántico promocionan el machismo y pueden llegar incluso a generar casos de violencia de género. La investigación demuestra cómo dichos mitos se aceptan entre la población joven, precisamente aquella en la que están aumentando los casos de violencia de género.

El pasado 2017 los casos de violencia de género en este sector aumentaron un 50%. El problema es que, aunque la mayoría de jóvenes aseguran que jamás ejercerían violencia al sexo contrario, el maltrato se puede camuflar de muchas formas diferentes, sin necesidad de una agresión física directa. Estamos hablando de los casos de violencia psicológica, escenas de micro machismos, ‘simples’ celos, etc.

Ramírez asegura que “se debe atajar el arraigo de esta serie de mitos desde la raíz, con campañas de sensibilización que eviten estas situaciones y eduquen en valores contrarios a ellos”. “El amor es algo diferente basado en la igualdad y el respeto mutuo, y no tiene nada que ver con los mitos románticos que se le atribuyen”.

Estos resultados son tan solo una pequeña parte de muchos otros estudios en esta línea. Desde 2014, se realizan proyectos junto a otras facultades para demostrar las consecuencias de estas historias tan bonitas en apariencia, pero con un trasfondo muy injusto.


María Moya