miércoles, 16 de octubre de 2019

Puzle de una vida



Te dejo un breve relato sobre las reflexiones de una existencia cualquiera: la tuya, la mia, la del vecino... tuya es.





Luz
Llantos en la noche
Brazos que mecen mi cuerpo de niño desnudo
Risas
Ilusiones de juventud
Decepciones
Enfados
Alegrías
Proyectos…

Una a una las piezas de mi vida van encajando. Algunas llevan las aristas estropeadas, pero con solo limarlas un poco, se ajustan perfectamente.

Dolor
Juegos
Planes
Metas
Futuro
Sueños
Soledad
Unos brazos protectores que volando se alejan en busca de un cielo imaginario.
Ausencia

Cada día de mi vida se convierte en una nueva ficha en blanco y el puzle, poco a poco, va tomando forma. Ya casi está hecho. Mi recorrido pisando la tierra que conozco, toca su fin.
Con extrema delicadeza paso la yema de mis dedos sobre la textura que forman las ranuras de encaje. Las aristas apenas se notan, están alisadas, suavizadas.
Sonrío a la nostalgia.
Mi alma llora a la ausencia.

Una imaginaria línea recta se dibuja en el horizonte de mis recuerdos. Fin del trayecto, me encojo de hombros ante tantas evocaciones. Cuántas personas han ido quedando atrás. Unas perdidas en el olvido del silencio, otras… otras se convirtieron en ángeles etéreos y, con un suave aleteo, se han ido al cielo en busca de un mundo más justo y mejor.
Me muerdo los labios con las encías vacías de dientes; hace tiempo que estos me han abandonado y, esta vez, el Ratoncito Pérez no pasó a buscarlos.

Meneo la cabeza con pesar, ya solo me faltan dos piezas por colocar, la tuya y… a una de ellas le doy vueltas en la mano buscando el lugar idóneo. No lo encuentro, en realidad, nunca supe cúal ha sido tu papel en mi vida.
A primera vista sé que fuiste corazón en mis días, vinagre en mis labios, amargura en mis noches.
Pienso en ti… y puedo ver ante mis ojos tu risa y mi llanto.
Por momentos fuiste fuego, en otros, solo escarcha.
Fuiste palabra viva y me llenaste de silencios.
Algunas veces eras presencia. Otras, apática ausencia.
Cuando buscaba tu calor, me devolvías desinterés.
Cuando resignado me conformaba con tu abandono, regresabas y llenabas mis horas con tu presencia.
Y entonces buscaba tus besos y solo recibía tu hiel.

Maldito juego que encadenó mi sentir.
Maldito sentir que me atrapó en tu juego.
No te quería a mi lado, pero añoraba tu presencia. No quería verte, pero mi alma vibraba por sentir el momento en el que abrías la puerta y me rozabas con tu mirada de ébano.

Sol y noche
Agua y aceite
Fuego y lluvia
Siempre juntos. Siempre separados.

Yo convertido en cerilla, tú convertida en papel.
Yo deseando beber de tu sangre y tú… torrente de sal.
Y las piezas encajan y el puzle cada vez se hace más grande, se va completando.
Pero tú nunca fuiste una pieza de él.
Vaga ahora entre mis dedos la última ficha antes de ser colocada.
Me levanto de la silla. 
Cierros los ojos con fuerza al sentir como mis huesos chirrían bajo el influjo del dolor. Cuando levanto mis párpados miro de hito en hito toda mi vida plasmada en el puzle, con sus surcos, sus grietas, sus cicatrices. Lo hago con ausencia, con distancia y lejanía.
Sonrío.

Me doy cuenta de que siempre estuvo ahí, ante mis ojos ¿Cómo pude estar tan ciego?
Allí estás tú, justo en el centro de la imagen. Eres su corazón. Deposito la pieza en su lugar y admiro que el resto de fichas se acomodan alrededor de la tuya.
Vuelvo a cerrar los ojos y aprieto los labios.
En realidad, no sé muy bien si sentirme alegre o no, pero el puzle por fin está acabado. Respiro hondo.

Tomo la última pieza. Rueda entre mis dedos. Ésta es más fácil.
Lleva la magia del engaño, el dolor de la vida y el aroma de la soledad. En ella se dibuja mi principio y mi fin. Alargo mi mano para colocarla en su lugar y algo invisible ante mis ojos me detiene. Queda sobre la palma y la rodeo con mis dedos.

Con paso lento me acerco a la cama, los huesos vuelven a crugir, esta vez no sé si de alegría o de dolor. Mis ojos miran por última vez el blanco techo. Los párpados me pesan de manera insistente, los dejo caer y puedo percibir cómo las pestañas acarician mis mejillas.
Una sonrisa cansada se dibuja en mis labios.

Ahora… ahora abre mi mano. Tu tendrás el privilegio de colocar el último fragmento de mi vida.  No te resultará difícil, tiene los bordes muy bien definidos. En tu mente acabarás mi puzle y, me ayudarás a poner punto y final a esta historia, mi historia.
Hazlo... ¡ahora!


                                                                     L.J. Pruneda


martes, 1 de enero de 2019

Bailarina


Resultado de imagen de bailarina


Él, navegaba por la vida inmerso en las aguas de su mayoría de edad, cuando ella vino al mundo... 

Baila, baila, baila, bailarina
él siempre espiando tras de una cortina 
ese amor secreto que pretende y que le esquiva
que se escapa como el humo de puntillas. 

Ella paseó por lugares que él ni siquiera imaginó.
Se calentaron bajo los rayos del mismo sol y bebieron de manantiales distintos.
Cada noche se acostaron bajo la misma luna, pero vivieron sueños desiguales.

Baila, baila, baila, bailarina
él siempre espiando tras de una cortina
Baila, baila, baila, baila, baila
baila, baila, baila, bailarinaaa. 


Sus miradas se cruzaron y una inocente chispa de luz bautizó sus destinos.
Y la misma brisa de la mañana acarició sus caras cada amanecer.
Él soñó con cuervos y palomas, ella con libélulas y mariposas.

La vio crecer, convertirse en mujer
desde pequeña estudiando ballet
siempre soñando con ser lo que es
número uno mientras que él
detrás suya siguiendo sus pies
en la penumbra sin dejarse ver

Él la observa pasar y contempla feliz cada esquina que ella bordea.
Sueña con su mirada de diosa encarnada en un bello cuerpo de mujer.
Sueña con pieles de seda envueltas entre las estrellas de la noche.

Por bambalinas asomándose
nunca pudieron sospechar de él
no es que presienta que está en la vejez
que a los cuarenta ya no es tiempo de
lo que incómoda son sus dieciséis
es esa barrera que existe y no ve 


Y Víctor Manuel, cada atardecer, sigue cantando aquella canción a su oído.
Él, escucha la música pensando que ha sido escrita para recitar su vida.
Entonces, busca el reflejo de su amada columpiándose sobre las olas del mar.

No hay un mal gesto que le haga creer
que lo que siente no pueda entender
en sus palabras no existe no existe doblez
pero hay miradas que siempre interpreta bien 

Ella ríe.
Huele a rosas y canela.
No camina, danza de manera sutil sobre suelos de algodón.

Baila, baila, baila, bailarina
él siempre espiando tras de una cortina
ese amor secreto que pretende y que le esquiva
que se escapa como el humo de puntillas 


Él sueña con los ojos abiertos.
Admira cada paso que ella da.
Huele a melancolía y sueños por cumplir.

Baila, baila, baila, bailarina
él siempre espiando tras de una cortina
baila, baila, baila, baila
baila, baila, baila, bailarina. 


Sentados frente a frente, fantasea con sus ojos.
La acaricia con frases colmadas de palabras sinceras.
La ama en la soledad de los silencios rotos.

Pero ocurrió lo que puede pasar
que la ilusión como viene se va
en una moto la viene a buscar
les ve marchar entre un ruido infernal
desesperado se quiso colgar
soltó una cuerda y saltó del telar
ella bailaba le vio aterrizar
y fue a llevarle bombones al hospital 

Ella, se deja querer y vuela entre las nubes blanquecinas de su propia libertad.
Juega a juegos que él nunca sabrá jugar.
Duermen en la misma noche en distintos sueños de irrealidad.

Baila, baila, baila, bailarina
él siempre espiando tras de una cortina
ese amor secreto que pretende y que le esquiva
que se escapa como el humo de puntillas

Él y ella
Sombra y luz.

Ella y él
Mar y arena.

Unidos siempre
Alejados para siempre.
 
 
LJ Pruneda 
 
 
 
 

Reseña de Las novelas de Naiara



El laberinto de la libélula es una novela que te deja totalmente sin palabras.
Son 600 páginas que ,desde el comienzo, te mantiene en vilo, ya que empieza por el final y hay muchas dudas sobre el destino de la protagonista.
Es una historia que narra la ilusión y los miedos de una joven que quiere abandonar su país natal en busca de una vida mejor y que tras su llegada a España acaba convertida en un juguete roto.
Conocerá a Álex, un triunfador de cara a la galería, pero con un pasado que no le permite avanzar e incapaz de luchar contra sus propios demonios, acabará convertido en lo que mas odia.
Laura sufrirá situaciones muy duras en las que sus principales valedores, seras incapaces de ver lo que hay detrás, hasta que prácticamente sea demasiado tarde.
Se entrecruzada en la lectura una historia de amor verdadero, que superará la distancia y vencerá todos los obstáculos.
Una historia que emociona para lo bueno y para lo malo , con un final muy justo y con varios puntos que a mí me han llamado muchísimo la atención.
Una novela de lectura obligatoria.


PUNTUACIÓN: 5/5
 Si deseas leer la reseña completa, puedes pinchar este enlace

https://lasnovelasdenaiara3.blogspot.com/2018/07/el-laberinto-de-la-libelula.html

lunes, 17 de diciembre de 2018

SOLA



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L.J. Pruneda


Mi mente nunca ha sabido interpretar el sentido de una frase que repetidas veces se emplea en mi familia… “menos es más”, dicen.  

-         - Imposible ecuación y totalmente fuera de lógica – Solía pensar en silencio. Incluso tengo el recuerdo de defender mi postura durante alguna conversación intrascendente con mis amigas.

Esta noche, sin desearlo, he descubierto su significado.
Menos es más.

Salgo del disco bar. He decidido irme a casa, tal vez cansada y aburrida de un ambiente que no me motiva en exceso.
-          - No te vayas sola, espera un poco más. Este lugar queda apartado y no es buena idea. Nunca sabes quién puede andar por ahí merodeando - Me dice alguna de mis compañeras cuando les anuncio mi decisión.

No les hago caso.
Qué ingenua.

En la parte externa del local se acumulan chicos y chicas en cuadrillas.
Hablan.
Ríen.
Fuman.
Bromean.
Beben.
Socializan.
Parece que nadie se fija en nadie, pero todos están pendientes de todos.

Emprendo la marcha sin despedirme de ninguno.
Percibo el sonido inconfundible de mis tacones repiquetear sobre el asfalto. Su resonancia parece formar un eco especial al rebotar el sonido en las fachadas de las casas. Por momentos, parece que caminaran más personas por la misma calle, pero sólo es una ilusión acústica. Únicamente estamos mi sombra y yo.
Solas.
En ausencia del característico ruido del tráfico habitual de coches, escucho como un perro ladra repetidas veces en la lejanía. Es un ladrido anodino, ausente de matices, que resuena profundamente en el viento. Sigue una cadencia constante, tres ladridos seguidos, luego un silencio. Parece que hablara a la oscuridad de la noche. O simplemente, esa es la historia que estoy imaginando yo ahora mismo.

Menos es más.
Menos ruidos inmediatos, más se magnifican los sonidos lejanos.

Sacudo los hombros y sonrío a las estrellas. Me hacen gracia mis pensamientos que desean jugar con las palabras.
La calle inicia un leve descenso. Las farolas proyectan luces y sombras sobre el suelo. También sobre mí.
El silencio de la noche envuelve mis pasos, pero parece que también desea envolver mi cuerpo en un haz de tinieblas.
-          - Ssssst, ssssst – Alguien sisea desde un portal próximo.

De inmediato mis pensamientos se detienen, mi respiración se entrecorta, mis músculos se tensan.
Una sensación de inseguridad comienza a rondar con fuerza mi pecho.
Aprieto los labios con determinación y cruzo los brazos sobre mi pecho. Necesito sentirme protegida. El gesto me infunde una falsa seguridad.
Mis sentidos se disparan en busca de nuevas señales de peligro.
La soledad de la noche parece hacerse más intensa.
-          - Guapa… ¿quieres que te acompañe a algún sitio?
-          - Mira que faldita llevas… ¡vas pidiendo guerra!

Me obligo a no mirar hacia el lugar de donde provienen las voces.
Escucho unas risas sarcásticas. Son al menos dos sonidos de hombre.
Acelero aún más mis pasos.
Temo a lo desconocido. No soy ninguna cobarde. No. No tengo miedo a la muerte. Pero sí tengo miedo al sufrimiento. Al dolor provocado.

Menos es más.
Menos compañía, más vulnerable.

Un coche pasa lentamente.
Me hago a un lado. Busco un refugio efímero acercándome a las fachadas de los edificios. Aunque ellas realmente me ignoran, siento un alivio protector.
Una lechuza ulula repetidas veces desde un tejado cercano… “Mal augurio, diría mi madre. Algo malo va ocurrir”. Pienso.

El vehículo se aleja. No se percibe ningún ruido de otros coches próximos. En ese instante y como saliendo de la nada, escucho con nitidez cómo unos pasos parecen acomodarse a la marcha de los míos. Justo a mi espalda.

Mi piel se eriza en señal de alerta. Maldigo interiormente haber tomado la decisión de irme sola de aquel lugar.
Algo me dice que mire hacia atrás. Consigo contenerme. Mi instinto de supervivencia me lo prohíbe, y a la vez, me obliga a ir a un ritmo tan alto que los propios tacones no permiten.
Qué paradoja. Estoy en mi pueblo, entre los míos. A la sombra de mi gente y… y siento miedo.

Miedo.
MIEDO.
Sí, temor a convertirme en una víctima más que sirva de noticia a una página de sucesos de cualquier periódico.
Miedo a lo desconocido.
Miedo a ser agredida o violentada por uno o más hombres.
Desde niña me han prevenido una y otra vez… “Debes tener cuidado”.
-          - ¿Por qué?

Con desesperación desgarrada me pregunto qué hay en las cabezas de esos hombres que se acercan y de forma traicionera nos tratan a las mujeres como si fuéramos un simple trozo de carne, un ser que pueden tocar, manejar, incluso manosear a su antojo sin tener en cuenta nuestra voluntad.
Ahogo mis reflexiones en una lluvia cargada de desconfianza.
Los pasos mantienen la distancia. Ni más lejos, ni más cerca.
No sé discernir si eso es bueno o malo.
Pero la tensión acumulada en mi espalda se muestra desmedida. Extrema.

Aumento el abrazo sobre mi cuerpo.
Tuerzo ligeramente la cabeza y miro por el rabillo del ojo. Advierto una sombra oscura y prolongada a menos de veinte metros de distancia. Contengo la respiración.
-          - Por favor, que deje… ¡que deje ya de seguirme!

Se intensifica mi aprensión que, imposible de controlar, se desboca por todo mi cuerpo, y sobre todo en mi cabeza. Cierro por un instante los ojos para poder concentrarme…  “Siento miedo a mi propia reacción. No sé si llegado el caso me defenderé, lucharé con todas mis fuerzas o si la rabia, la impotencia, mi propia ansiedad me dejará paralizada, como una autómata a la deriva de un corazón sin alma ni escrúpulos ¿Cómo defender mi propia voluntad?
¿Cómo defender mi propio cuerpo de unas manos ajenas y repulsivas?
No… no quiero ser una nueva mártir, pero…
¿Alguna mujer ha querido ser víctima?
¿Es algo que podemos elegir?
Si un NO, no tiene validez, ¿cómo podemos hacer saber a nuestro verdugo que nos está haciendo daño?
¿Es realmente necesario decirle NO?
¿Puede alguien encontrarte en la calle, en cualquier lugar y sin más abusar de ti, apropiarse y robarte tu propia intimidad?
¿Por qué? ¿Por qué hay hombres que actúan así?
No… es algo que nunca entenderé, es algo que por favor…¡por favor que no me suceda hoya mí!”

Deseo arrancar a correr con todas mis fuerzas. Algo en mi interior me detiene.
La persona que va tras mi estela tose sonoramente.
Agudizo el oído.
Inconscientemente aminoro la marcha.
Vuelve a carraspear.
Esta vez el gesto de quien me persigue es más forzado. Parece que quiere captar mi atención.
Lo consigue.
La tensión de mi espalda se relaja.
Percibo como una placentera sensación de alivio inunda mis músculos.
Se relaja también el gesto de mi cara
El carraspeo proviene de otra mujer…
“Sí, es otra joven”- Pienso con súbita alegría.

Agradezco su gesto. Lo hace para hacerme saber que es otra chica, que no debo preocuparme ante su presencia.
Volteo la vista atrás.
Me deja una mirada calmada. Sincera. Nos sonreímos.
Es un momento de complicidad. De confianza entre dos desconocidas, que toda mujer conoce y posiblemente ha experimentado alguna vez.

Mi miedo se difumina en el aire, pero mi cabeza sigue dando vueltas, sintiendo náuseas con sólo imaginar lo que muchas otras mujeres han sufrido en una calle como ésta, de cualquier otro lugar.

Menos es más.
Sí, salvo si se trata de ser prudente, si se trata de mantener tu seguridad personal. Si no, menos siempre es menos.