Te dejo un breve relato sobre las reflexiones de una existencia cualquiera: la tuya, la mia, la del vecino... tuya es.
Luz
Llantos
en la noche
Brazos
que mecen mi cuerpo de niño desnudo
Risas
Ilusiones
de juventud
Decepciones
Enfados
Alegrías
Proyectos…
Una
a una las piezas de mi vida van encajando. Algunas llevan las aristas estropeadas,
pero con solo limarlas un poco, se ajustan perfectamente.
Dolor
Juegos
Planes
Metas
Futuro
Sueños
Soledad
Unos
brazos protectores que volando se alejan en busca de un cielo imaginario.
Ausencia
Cada
día de mi vida se convierte en una nueva ficha en blanco y el puzle, poco a
poco, va tomando forma. Ya casi está hecho. Mi recorrido pisando la tierra que
conozco, toca su fin.
Con
extrema delicadeza paso la yema de mis dedos sobre la textura que forman las ranuras
de encaje. Las aristas apenas se notan, están alisadas, suavizadas.
Sonrío
a la nostalgia.
Mi
alma llora a la ausencia.
Una
imaginaria línea recta se dibuja en el horizonte de mis recuerdos. Fin del
trayecto, me encojo de hombros ante tantas evocaciones. Cuántas personas han
ido quedando atrás. Unas perdidas en el olvido del silencio, otras… otras se
convirtieron en ángeles etéreos y, con un suave aleteo, se han ido al cielo en
busca de un mundo más justo y mejor.
Me
muerdo los labios con las encías vacías de dientes; hace tiempo que estos me
han abandonado y, esta vez, el Ratoncito Pérez no pasó a buscarlos.
Meneo
la cabeza con pesar, ya solo me faltan dos piezas por colocar, la tuya y… a una de
ellas le doy vueltas en la mano buscando el lugar idóneo. No lo encuentro, en
realidad, nunca supe cúal ha sido tu papel en mi vida.
A
primera vista sé que fuiste corazón en mis días, vinagre en mis labios,
amargura en mis noches.
Pienso
en ti… y puedo ver ante mis ojos tu risa y mi llanto.
Por
momentos fuiste fuego, en otros, solo escarcha.
Fuiste
palabra viva y me llenaste de silencios.
Algunas
veces eras presencia. Otras, apática ausencia.
Cuando
buscaba tu calor, me devolvías desinterés.
Cuando
resignado me conformaba con tu abandono, regresabas y llenabas mis horas con tu
presencia.
Y
entonces buscaba tus besos y solo recibía tu hiel.
Maldito
juego que encadenó mi sentir.
Maldito
sentir que me atrapó en tu juego.
No
te quería a mi lado, pero añoraba tu presencia. No quería verte, pero mi alma
vibraba por sentir el momento en el que abrías la puerta y me rozabas con tu
mirada de ébano.
Sol
y noche
Agua
y aceite
Fuego
y lluvia
Siempre
juntos. Siempre separados.
Yo
convertido en cerilla, tú convertida en papel.
Yo
deseando beber de tu sangre y tú… torrente de sal.
Y
las piezas encajan y el puzle cada vez se hace más grande, se va completando.
Pero
tú nunca fuiste una pieza de él.
Vaga
ahora entre mis dedos la última ficha antes de ser colocada.
Me
levanto de la silla.
Cierros los ojos con fuerza al sentir como mis huesos chirrían bajo
el influjo del dolor. Cuando levanto mis párpados miro de hito en hito toda mi
vida plasmada en el puzle, con sus surcos, sus grietas, sus cicatrices. Lo hago
con ausencia, con distancia y lejanía.
Sonrío.
Me
doy cuenta de que siempre estuvo ahí, ante mis ojos ¿Cómo pude estar tan ciego?
Allí
estás tú, justo en el centro de la imagen. Eres su corazón. Deposito la pieza
en su lugar y admiro que el resto de fichas se acomodan alrededor de la tuya.
Vuelvo
a cerrar los ojos y aprieto los labios.
En
realidad, no sé muy bien si sentirme alegre o no, pero el puzle por fin está acabado.
Respiro hondo.
Tomo
la última pieza. Rueda entre mis dedos. Ésta es más fácil.
Lleva
la magia del engaño, el dolor de la vida y el aroma de la soledad. En ella se
dibuja mi principio y mi fin. Alargo mi mano para colocarla en su lugar y algo
invisible ante mis ojos me detiene. Queda sobre la palma y la rodeo con mis dedos.
Con
paso lento me acerco a la cama, los huesos vuelven a crugir, esta vez no sé si
de alegría o de dolor. Mis ojos miran por última vez el blanco techo. Los
párpados me pesan de manera insistente, los dejo caer y puedo percibir cómo las
pestañas acarician mis mejillas.
Una
sonrisa cansada se dibuja en mis labios.
Ahora… ahora
abre mi mano. Tu tendrás el privilegio de colocar el último fragmento de mi
vida. No te resultará difícil, tiene los
bordes muy bien definidos. En tu mente acabarás mi puzle y, me ayudarás a poner
punto y final a esta historia, mi historia.
Hazlo... ¡ahora!
L.J. Pruneda
Tu historia, es la mía.
ResponderEliminarBuenas tardes...
ResponderEliminarEl autor escribe y el lector construye la historia.
Gracias por tu participación en este blog.
Un saludo
En mi opinión, el autor, construye la historia. El lector, la interpreta. Pudiendo sentirse edintificado o no con ella y sin olvidar, que por real que parezca, la lectura, es ficción.
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