lunes, 2 de abril de 2018

¿Sabes qué es el autismo?

Lectura: 6 min.

Escuchamos mucho la palabra autismo pero, ¿sabemos realmente lo que es? Hoy os explico este trastorno, sus síntomas y cómo aprender a vivir con él cuando el afectado es tu hijo/a.

 
 
El 2 de abril se celebra el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, ese trastorno neurológico que cubre un amplio espectro y que para muchos es un gran enemigo y a demás desconocido debido a la gran variedad de síntomas que pueden estar presentes. Así pues, hoy voy a hablaros un poco sobre este diagnóstico, sus síntomas más frecuentes y cómo vivir con un hijo que sufre autismo.
Empecemos por la base, ¿qué es el autismo? Hasta hace pocos años se especificaban los diferentes tipos de autismo: Trastorno Autista, Síndrome de Asperger, Trastorno Generalizado del Desarrollo no especificado, Síndrome de Rett, etc. Sin embargo, desde que en medicina salió la nueva versión del libro de diagnósticos DSM-V, se han englobado todos estos diagnósticos en uno sólo: Trastornos del Espectro Autista (TEA). Se considera espectro porque cubre una amplia gama de trastornos o síndromes que tienen una serie de características comunes.
Los criterios que se tienen en cuenta para realizar el diagnóstico de TEA son:
  1. Dificultad a la hora de relacionarse a nivel social
  2. Deficiencias de lenguaje y comunicación
  3. Intereses y rango de actividades restringido y repetitivo
Estos síntomas se producen en la infancia más temprana. Así, los padres suelen detectar que su hijo/a no se relaciona con el mundo del mismo modo que lo hacen los niños de su misma edad y ven que el aprendizaje que tienen es más lento, lo cual puede hacer saltar las alarmas pero otras veces son niños que destacan en alguna habilidad y eso hace enmascarar el análisis y el posterior diagnóstico.
Sea como sea, ser padre o madre de un niño/a con autismo es una tarea complicada. Si ya lo es educar a un hijo/a sin dificultades, con este problema lo es mucho más. La cuestión es que el espectro es tan grande y diverso, que cada niño/a es un mundo, y los padres se sienten tremendamente perdidos a la hora de educar. Aparecen miedos por si la educación que están proporcionando puede ser contraproducente, a si serán buenos padres, etc. Pero el primer obstáculo aparece cuando ven que su bebé es diferente al resto y no saben qué le pasa. El momento del diagnóstico, aunque duro, suele ser liberador.
¿Cuáles son las señales que pueden alertarte de que tu hijo sufre TEA?
  1. Poco contacto visual o sonrisa: Los bebés antes de los nueve meses ya interactúan con la mirada. Sin embargo, los que tienen autismo pueden sonreír poco, no fijar la mirada en las personas ni interactuar a nivel visual con la madre así como no imitar gestos. Suelen ser niños muy tranquilos y poco demandantes que no responden a su nombre a nivel de contacto visual y que parecen ser muy independientes.
  2. A partir de los dos años de edad pueden aparecer conductas como: jugar solo/a, fijarse poco en lo que hacen o dicen los demás, ignorar a su grupo de iguales, dificultades para aceptar los cambios en la rutina, ausencia de lenguaje o un lenguaje pobre y repetitivo, el juego también es repetitivo y utiliza los objetos de manera inapropiada, el lenguaje es pobre (dice palabras sueltas en lugar de construir frases o tiene poco vocabulario) presenta movimientos estereotipados (aletear las manos, saltitos, balanceo...), parece estar en su mundo y tiene muchas rabietas por pequeñas cosas.
  3. Más adelante, a partir de los 3 años, el niño/a se aísla y/o la interacción es inadecuada: Son niños que suelen jugar solos, se relacionan poco con los demás y cuando lo hacen, no saben jugar en equipo ya que tienden a imponer sus normas teniendo poca tolerancia a la frustración.
  4. Problemas de empatía: Suelen tener dificultades para reconocer las emociones tanto las propias como las de los demás. Por tanto, les cuesta ponerse en el lugar del otro o pensar si alguna actuación puede molestar o herir y tienden a decir cosas que ponen a los padres en un compromiso por lo inapropiado del comentario.
  5. Manías o conductas obsesivas: Suele haber una tendencia obsesiva en algún aspecto concreto. Por ejemplo, si le gusta los trenes, sólo querrá muñecos de trenes y si viajáis, pedirá hacerlo en tren. Las manías pueden ir cambiando de forma o de obsesión, pero siempre hay una fijación concreta por algo.
Mi hijo es autista, ¿y ahora qué hago?
  1. Una vez se tiene el diagnóstico y se produce el alivio posterior, toca el trabajo más duro, que es aceptar las dificultades de tu hijo/a como algo permanente a lo largo del tiempo. Así pues, lo primero a tener en cuenta es tratar de vivir el presente con tu hijo/a y no posicionarte demasiado en los miedos sobre cómo evolucionará, si mejorará o se quedará estancado/a. Nadie sabe cómo crecerá, así que céntrate en lo que tienes a día de hoy pero adapta su aprendizaje al ritmo que él/ella lleva. Habla con profesores y directores de colegio.
  2. Busca asociaciones de TEA o estudia un poco el trastorno. Es aconsejable participar en grupos de padres que se encuentran en la misma situación que tú, ya que allí se pueden trabajar estos aspectos para tener una mayor conciencia de los síntomas y dificultades que se pueden presentar así cómo estrategias para enfrentarse a ellas.
  3. Establece una rutina y evita salir de ella: Los niños con TEA suelen tener dificultades para salirse de lo que creen que tiene que pasar o de lo que están acostumbrados. Mantén unos horarios más o menos fijos y trata de que todo esté estructurado. De esa forma tu hijo/a se sentirá más tranquilo/a.
  4. Avisa a tu hijo/a e informa de lo que se hará: Como ya he comentado, son niños que necesitan tenerlo todo bajo control. Así pues, avísale de lo que se hará a lo largo del día y planifícale un poco la semana avisando de lo que se hará cada día. Suele ir muy bien utilizar agendas con dibujos o pizarras en las que marcar los eventos. Si hay una situación nueva, avísala con tiempo para que se pueda ir haciendo a la idea. Además, las imágenes también van muy bien para explicar conceptos o ideas que no entiendan. Recuerda que el apoyo visual es muy útil en estos casos.
  5. Fomenta el contacto visual: Sabemos que estos niños evitan el contacto visual y cuando hablan o escuchan parecen estar en su mundo. Para que centre la atención, agáchate y ponte a su altura. Mírale a los ojos y busca que él/ella mantenga el contacto contigo.
  6. Espera el tiempo necesario y ármate de paciencia: Los niños con TEA tienden a enfadarse y hacer rabietas con facilidad. Si pierdes los nervios será peor para todos, así que piensa en lo que conseguirás si le gritas o castigas. Es mejor acompañarle a relajarse y animarle a hacerlo. Aprende estrategias de relajación para niños y acompáñale a un lugar de la casa en el que él/ella se sienta bien para hacer el ejercicio. Además, recuerda que son niños que tardan en responder, así que no insistas en las preguntas. Déjale tiempo para que conteste cuando esté preparado/a.
  7. Habla con familiares e informa de lo que sucede: A veces los abuelos o la familia extensa trata y piensa que tu hijo/a es un niño/a malcriado/a. Infórmale de la situación, síntomas, recursos y maneras de actuar para que sepan cómo comportarse también ellos.
  8. No subestimes las capacidades y evolución de tu hijo/a: Motívale para que vaya aprendiendo y evolucionando. Nadie sabe cómo avanzará su trastorno, así que ayúdale a desarrollar al máximo sus capacidades. La capacidad de aprender sigue estando ahí, aunque esté reducida.
  9. Permítete el error: No serás el mejor padre/madre las 24 horas del día durante los 7 días de la semana. A veces perderás los nervios y actuarás de forma contraria a lo que sabes que tienes que hacer. No te preocupes, eres humano/a y todos nos equivocamos. Este camino es duro para todos, así que no te exijas demasiado. Escucha tus sentimientos y desahógate con personas que te den la confianza para hacerlo, no se puede estar fuerte siempre.
  10. Recuerda que este trabajo es una carrera de fondo, no quieras ir más rápido de lo que tu cuerpo te permite. Disfruta del camino y párate a oler las flores de vez en cuando, es decir, disfruta del hijo/a que tienes y de lo que estáis construyendo juntos en lugar de centrarte en las dificultades o cuánto camino falta por recorrer. 
 
Encarni Muñoz Silva
Psicóloga sanitaria, colegiada nº 16918

jueves, 29 de marzo de 2018

Pérdida de memoria por estrés ¿en qué consiste?

Valeria Sabater
La pérdida de memoria por estrés es mucho más común de lo que pensamos. Ahora bien, este fallo cognitivo se vive a menudo con gran preocupación y ansiedad: olvidamos citas, conversaciones, nombres y hasta eso tan importante que teníamos que comprar. Nos cuesta retener información e incluso recuperar recuerdos ya consolidados.
Chica que sufre pérdida de memoria por estrésA menudo, suele decirse aquello de que la memoria es un tesoro que debemos guardar con especial cuidado y delicadeza, sin embargo, algo que sin duda todos habremos experimentado alguna vez es que justo cuando más la necesitamos, nos falla. Es más, cuando sufrimos estos fallos momentáneos y hasta desconcertantes, lo vivimos a menudo con cierto temor: ¿será esto el primer indicio de una demencia?
“Descansa. Un campo que ha descansado da una cosecha generosa”.
-Ovidio-
No conviene precipitarse. Antes de pensar en un deterioro cognitivo tengamos en cuenta un factor, ese que explica en realidad cerca del 80% de los pequeños fallos de memoria cotidianos: el estrés. No obstante, lejos de respirar aliviados al haber descartado una demencia temprana, es importante considerar un hecho: el estrés crónico, así como los trastornos de ansiedad mantenidos en el tiempo. Ambos alteran el funcionamiento del cerebro e incluso varias de sus estructuras.
El cerebro es muy vulnerable a nuestro estilo de vida, y en concreto al modo en que gestionemos nuestras preocupaciones y tensiones cotidianas.
Figura hecha de hojas representando la pérdida de memoria debido al estrés

Pérdida de memoria por estrés ¿por qué ocurre?

A veces lo hacemos, salimos del trabajo y llegamos a casa en “piloto automático”. Al cruzar el umbral de nuestro hogar nos llevamos las manos a la cabeza por el enfado y el asombro más absoluto ¿cómo se nos puede haber olvidado recoger a nuestro hijo de su clase de inglés? Bajamos corriendo y justo cuando llegamos al coche, nos damos cuenta de que no llevamos las llaves.
El círculo agotador al que nos aboca tanto el estrés como la ansiedad es inmenso. Las situaciones surrealistas como esta son comunes, así como la sensación de que estamos perdiendo el control de nuestras vidas. Al fin y al cabo, pocas cosas pueden ser más angustiosas que olvidar cosas que son relevantes en el día a día, decisivas para sentirnos competentes y responsables en cada ámbito de nuestra cotidianidad.
Si nos preguntamos ahora qué hay detrás de la pérdida de memoria por estrés, debemos nombrar a una vieja conocida, a la hormona del cortisol. Este glucocorticoide producido por la glándula suprarrenal se libera como respuesta al estrés. Ahora bien, que el pico de cortisol aumente en un momento dado más allá de sus niveles habituales, no supone ningún problema, es más un pequeño aumento de esta hormona en un instante puntual, mejora la formación de nuevos recuerdos.
Lo preocupante es que la liberación de glucocorticoides se produzca de forma constante y a lo largo de semanas o meses. Será entonces cuando tengamos dificultades para recordar datos y para recuperar otros ya existentes.
Veamos qué impacto puede tener esto en nuestro cerebro.

Efectos del cortisol sobre nuestro cerebro

    Cerebro representando la psicología de la conexión
  • El exceso de cortisol a nivel cerebral actúa como un tóxico.
  • El hipocampo, asociado a la memoria y nuestras emociones, pierde volumen.
  • La pérdida de memoria por estrés se asocia también al hecho de que el cortisol, dificulta la correcta circulación de la sangre al cerebro. Nos llegan menos nutrientes y menos oxígeno, todo ello provoca también que tengamos mayor riesgo de sufrir derrames, ictus, etc. Es un dato que debemos considerar.
  • Por otra parte, si la liberación del cortisol es constante percibiremos otro efecto: segregaremos menos endorfinas y ello se traduce en mayor malestar, en una clara incapacidad para disfrutar de esas actividades que antes nos eran agradables: el deporte, compartir risas y buenos instantes con los nuestros, la alimentación…
  • Asimismo, y no menos importante, cabe señalar que el cortisol afecta también a nuestros ciclos de sueño-vigilia: sufrimos épocas de insomnio o noches de despertares continuados.
El estrés libera la hormona de glucocorticoides, la cual altera la función de nuestras células y provocando además la aparición de la  adrenalina.
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¿Qué podemos hacer para reducir la pérdida de memoria asociada al estrés?

Si percibimos que en las últimas semanas o meses estamos experimentando una pérdida de memoria inusual, lo mejor es consultar con nuestros médicos. En ocasiones, esos fallos pueden asociarse a una mala nutrición (déficit de vitamina B12 o vitamina D). Asimismo, trastornos como el hipotiroidismo también pueden determinar esas alteraciones cognitivas. Por tanto, y para evitar preocupaciones, lo recomendable es hablar con profesionales especializados.
Persona que sufre pérdida de memoria debido al estrés
Una vez descartados problemas orgánicos, enfocaremos el problema de la forma más acertada: gestionando el estrés. Veamos algunas claves.
  • Identifica tus estresores. Toma conciencia de cómo reacciona tu cuerpo: tensión muscular, rigidez de cuello, hombros, mandíbula, palpitaciones…
  • El estrés no se maneja evitando esos focos que nos quitan la calma. Se gestiona afrontando esos estímulos amenazantes cara a cara, estableciendo prioridades, decidiendo, tomando el control sobre la propia realidad.
  • Haremos uso de adecuadas técnicas de respiración.
  • Reinterpreta tu realidad: toma conciencia de lo que es verdaderamente importante en tu vida, baja el ritmo, aprecia el presente de una forma más relajada.
  • Aliméntate de forma saludable: frutas y verduras frescas, abundante agua, avena, infusiones de valeriana, manzanillas…
  • Los complementos a base de magnesio son excelentes para proteger nuestro cerebro de los efectos del estrés.
  • Sal a caminar todos los días durante media hora: aclararás tu mente, tomarás nuevas perspectivas y mejorarás tu circulación sanguínea para que llegue al cerebro un mayor aporte de oxígeno y nutrientes.
Para concluir, la pérdida de memoria por estrés puede alterar nuestra vida por completo. En caso de que no manejemos el problema de raíz, ese estrés intensificará aún más el problema hasta llegar a más esferas: nuestro estado de ánimo empeorará, nuestra motivación decaerá… Aprendamos por tanto a bajar el ritmo, a no querer ir más rápido que la vida. Nuestra salud es lo más importante.


martes, 27 de marzo de 2018

SONETO XVII - Pablo Neruda, 1959

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No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. 
Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores, y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de la tierra. 
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: 
así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.

domingo, 18 de marzo de 2018

Un salto al vacío


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Tú… Ahí estás, mirándome fijamente.
Lo haces con la serenidad de la ausencia del tiempo.
Te ignoro.
Cierro la puerta, pero aun así, sigo percibiendo la brisa de tu presencia en mi nuca.
Mi voluntad pide que gire y afronte la realidad de tus ojos.
Mi espalda se tensiona como un arco a punto de lanzar su flecha.
No… no me dejaré vencer.

Corazón frente a razón.
Lógica contra pasión.
Nadie gana. Pierdo yo.

Camino. Lo hago con pisadas cortas. En realidad no deseo alejarme.
Me estoy engañando. Lo sé.
Arranco el disfraz que cubre mi alma. Percibo mi desnudez.
Un frío sarcástico se instala en mi espina dorsal.

Me giro.
Te contemplo.
Tus ojos me hacen estremecer.
Siempre dulce.
Siempre sonriente.
Siempre graciosa.
Con esa beldad que perdurará para siempre en el albor del tiempo.

Retrocedo sobre mis pasos.
No te quito la vista de encima.
Me detengo ante ti.
Una fina cortina de agua se arremolina en mis pestañas.
Lágrimas de dulce sal desdibujan tu imagen.

Extiendo mi mano y mis dedos recorren el perfil de tu cara.
Tu gesto alegre ilumina mis recuerdos.
Retiro mis dedos del gélido cristal.
El dolor atraviesa mi piel.
Tú, siempre generosa,  sigues riendo enmarcada en madera de nogal.

Realidad y silencio.
Nostalgia del ayer.
Dudas y sufrimiento.
Ausencia del mañana.
Un salto al vacío.

Dejo caer mis hombros, la fortaleza me abandona.
Contigo fui, pero ya no soy.
Percibo el destierro. Comienza una desconocida etapa. La soledad será mi séquito.

Sé que cada vez que entre en la casa, me mirarás sonriente desde tu pedestal.
Siempre generosa. Siempre atenta.

Yo, como hoy, apartaré la vista para no echarte de menos.
Tú, sabrás que siempre te buscaré en la soledad de mis días.
Serás mi refugio desde las estrellas y yo... yo seré la nube que te cobije del frío de la noche.
Me protegerás con tu brillo y yo sólo podré regar tu recuerdo con el rocío de mis ojos.

Cada mañana saludaré a tu sonrisa al abandonar nuestra casa.
Ocultaré mi rostro cuando, como hoy, tu ausencia marchite mi presente.
Y tal vez, un día, por un momento, piense en retirar tu presencia de la pared.
No… no me dejes hacerlo.
Sé paciente.
Ese día sonríeme con fuerza, porque será que, más que nunca, te estaré echando de menos. Sabes que cuando recupere la fuerza de la nostalgia, te miraré nuevamente a los ojos.
Lo haré como siempre, con añoranza, buscando que un alba más ilumines la senda de mi futuro.

A tu lado fui luz.
Contigo soy fuego.
Con el regalo de tu recuerdo, seré vida.
La que tú ya no tienes. La que tú me regalaste.

Tú. Ahí estás tú, mirándome fijamente.
Lo haces con la serenidad de la ausencia del tiempo.





 L.J. Pruneda