domingo, 18 de marzo de 2018

Un salto al vacío


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Tú… Ahí estás, mirándome fijamente.
Lo haces con la serenidad de la ausencia del tiempo.
Te ignoro.
Cierro la puerta, pero aun así, sigo percibiendo la brisa de tu presencia en mi nuca.
Mi voluntad pide que gire y afronte la realidad de tus ojos.
Mi espalda se tensiona como un arco a punto de lanzar su flecha.
No… no me dejaré vencer.

Corazón frente a razón.
Lógica contra pasión.
Nadie gana. Pierdo yo.

Camino. Lo hago con pisadas cortas. En realidad no deseo alejarme.
Me estoy engañando. Lo sé.
Arranco el disfraz que cubre mi alma. Percibo mi desnudez.
Un frío sarcástico se instala en mi espina dorsal.

Me giro.
Te contemplo.
Tus ojos me hacen estremecer.
Siempre dulce.
Siempre sonriente.
Siempre graciosa.
Con esa beldad que perdurará para siempre en el albor del tiempo.

Retrocedo sobre mis pasos.
No te quito la vista de encima.
Me detengo ante ti.
Una fina cortina de agua se arremolina en mis pestañas.
Lágrimas de dulce sal desdibujan tu imagen.

Extiendo mi mano y mis dedos recorren el perfil de tu cara.
Tu gesto alegre ilumina mis recuerdos.
Retiro mis dedos del gélido cristal.
El dolor atraviesa mi piel.
Tú, siempre generosa,  sigues riendo enmarcada en madera de nogal.

Realidad y silencio.
Nostalgia del ayer.
Dudas y sufrimiento.
Ausencia del mañana.
Un salto al vacío.

Dejo caer mis hombros, la fortaleza me abandona.
Contigo fui, pero ya no soy.
Percibo el destierro. Comienza una desconocida etapa. La soledad será mi séquito.

Sé que cada vez que entre en la casa, me mirarás sonriente desde tu pedestal.
Siempre generosa. Siempre atenta.

Yo, como hoy, apartaré la vista para no echarte de menos.
Tú, sabrás que siempre te buscaré en la soledad de mis días.
Serás mi refugio desde las estrellas y yo... yo seré la nube que te cobije del frío de la noche.
Me protegerás con tu brillo y yo sólo podré regar tu recuerdo con el rocío de mis ojos.

Cada mañana saludaré a tu sonrisa al abandonar nuestra casa.
Ocultaré mi rostro cuando, como hoy, tu ausencia marchite mi presente.
Y tal vez, un día, por un momento, piense en retirar tu presencia de la pared.
No… no me dejes hacerlo.
Sé paciente.
Ese día sonríeme con fuerza, porque será que, más que nunca, te estaré echando de menos. Sabes que cuando recupere la fuerza de la nostalgia, te miraré nuevamente a los ojos.
Lo haré como siempre, con añoranza, buscando que un alba más ilumines la senda de mi futuro.

A tu lado fui luz.
Contigo soy fuego.
Con el regalo de tu recuerdo, seré vida.
La que tú ya no tienes. La que tú me regalaste.

Tú. Ahí estás tú, mirándome fijamente.
Lo haces con la serenidad de la ausencia del tiempo.





 L.J. Pruneda





5 comentarios:

  1. Precioso!!
    Preciosa muestra de amor a quien ya no está.

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    Respuestas
    1. Mientras mantengamos el recuerdo vivo, nadie se va de nuestras vidas.
      Gracias por tu aportación al blog.

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  2. Maravillosamente narrado el sentimiento de extrañar a alguien querido que se ha ido para siempre.
    Pero por suerte, nos dejan el gran legado del recuerdo, que con el tiempo, se afronta con serenidad.

    Enhorabuena por éste relato L.J. Pruneda

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  3. La nostalgia resucita entre recuerdos. Bello texto!!!

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