MUJER
AMAPOLA
(Mientras lees este relato escucha el enlace de la canción:
Amapola de Ennio Morricone)
A veces,
solo a veces, siento que el aire me envuelve, se cuela entre mis dedos y
entonces: El tiempo se detiene, el cielo se ilumina y mi mente proyecta todos
mis sueños hacia ti.
Hoy es uno de esos días y puedo ver en tus ojos reflejados los campos de trigo de Castilla que hacen que me olvide quien fui.
Susurro.
- Eres mi Amapola.
Hoy es uno de esos días y puedo ver en tus ojos reflejados los campos de trigo de Castilla que hacen que me olvide quien fui.
Susurro.
- Eres mi Amapola.
Sorprendida, sonríes con la inocencia del amor colgando de tus pestañas.
Envuelvo tu cuerpo entre mis brazos y enamorado de tu salvaje, pero siempre sutil belleza, navego con mis labios tras el lóbulo de tu oreja antes de volver a murmurar dulcemente.
- Sí, siempre serás mi Amapola.
Confiada, cierras los ojos y rodeas mi cuerpo con el dulce manto de tus brazos y, sin tú saberlo, con ese gesto me salvas del frío de la noche que, desde hace tiempo, reina en las vastas acequias de mi alma.
Dejo mi mente volar y me refugio en el recuerdo de aquel instante mágico donde te conocí.
Yo era desierto.
Tú fuiste lluvia.
Reconozco que me gusta revivir ese momento de mi vida, porque cuando lo hago, siento que se pone el sol, me convierto en pluma, en agua y en viento. Desde ese día, a tu lado, conseguí soñar con libertad, esperanzas e ilusiones.
¿Recuerdas?
Aquella mañana te encontrabas rodeada de gente y, sin embargo, estabas sola. El viento mecía tu pelo. Te percibí frágil como ese pétalo que llora al amor. Intuí en ti la delicadeza de lo sublime y la fuerza de la pasión.
Sonreíste y los nubarrones de mi pasado desaparecieron.
Pestañeé repetidas veces, como alguien que acaba de despertarse de un coma y encuentra el mundo totalmente cambiado y sin saber por qué, en aquel instante, una canción comenzó a navegar por mi mente.
Aquella mañana te encontrabas rodeada de gente y, sin embargo, estabas sola. El viento mecía tu pelo. Te percibí frágil como ese pétalo que llora al amor. Intuí en ti la delicadeza de lo sublime y la fuerza de la pasión.
Sonreíste y los nubarrones de mi pasado desaparecieron.
Pestañeé repetidas veces, como alguien que acaba de despertarse de un coma y encuentra el mundo totalmente cambiado y sin saber por qué, en aquel instante, una canción comenzó a navegar por mi mente.
Amapola,
lindísima Amapola
Será siempre mi alma, tuya sola
Yo te quiero, amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día
Eres mi
amapola.
Esa flor roja, salvaje y delicada que es capaz de crecer al lado de la carretera. Al igual que ella, siempre te muestras frágil, sensual y bella. Cuando me entregas tus noches de pasión desenfrenada, te conviertes en ese cometa que alumbra todo mi cielo. Entonces y solo entonces, la tierra tiembla y me envuelves en una colección de juegos, donde sé que, si pierdo, siempre vuelvo a ganar.
Sí, mi amor. Eres amapola envuelta en ese mar de niebla en el que me he convertido y, con tu luz purpurea consigues ahuyentar la adversidad y te conviertes en todo un símbolo de esperanza y consuelo.
Esa flor roja, salvaje y delicada que es capaz de crecer al lado de la carretera. Al igual que ella, siempre te muestras frágil, sensual y bella. Cuando me entregas tus noches de pasión desenfrenada, te conviertes en ese cometa que alumbra todo mi cielo. Entonces y solo entonces, la tierra tiembla y me envuelves en una colección de juegos, donde sé que, si pierdo, siempre vuelvo a ganar.
Sí, mi amor. Eres amapola envuelta en ese mar de niebla en el que me he convertido y, con tu luz purpurea consigues ahuyentar la adversidad y te conviertes en todo un símbolo de esperanza y consuelo.
Amapola,
Amapola
¿Cómo puedes tú vivir tan sola?
Yo
te quiero, amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día
¡Ay loca,
loca, loca!
Cuando ríes así es inevitable acompañarte en tu felicidad. Tienes la mente pura y la alegría te sigue como una sombra que nunca se va.
Mi amor, como dice la estrofa de la canción: Te quiero, amada niña mía. Y con ese sentimiento te conviertes en un símbolo de vida, riqueza y descanso. A tu lado he descubierto que la armonía del alma puede cambiar con la misma ligereza que lo hace un mundo en guerra.
Estoy temblando.
Tu presencia me hace vibrar.
Cierras la puerta de nuestro dormitorio.
Te reclinas sobre la cama.
Te abrazas a tu oso de peluche rosa.
Sonríes.
Afuera el sol comienza a ponerse y tiñe las ventanas de sombras.
Hoy tampoco habrá luna.
Se escucha el rumor sordo de dos ríos que se encuentran. De ríos que se encuentran y se funden.
Suspiros.
Jadeos.
Susurros.
Alrededor de nuestra cama quedan restos de bombas sin explotar, trincheras, señales de metralla. Huellas de una batalla de pasión que solo tú y yo podemos recrear.
Cuando ríes así es inevitable acompañarte en tu felicidad. Tienes la mente pura y la alegría te sigue como una sombra que nunca se va.
Mi amor, como dice la estrofa de la canción: Te quiero, amada niña mía. Y con ese sentimiento te conviertes en un símbolo de vida, riqueza y descanso. A tu lado he descubierto que la armonía del alma puede cambiar con la misma ligereza que lo hace un mundo en guerra.
Tu presencia me hace vibrar.
Cierras la puerta de nuestro dormitorio.
Te reclinas sobre la cama.
Te abrazas a tu oso de peluche rosa.
Sonríes.
Afuera el sol comienza a ponerse y tiñe las ventanas de sombras.
Hoy tampoco habrá luna.
Se escucha el rumor sordo de dos ríos que se encuentran. De ríos que se encuentran y se funden.
Suspiros.
Jadeos.
Susurros.
Alrededor de nuestra cama quedan restos de bombas sin explotar, trincheras, señales de metralla. Huellas de una batalla de pasión que solo tú y yo podemos recrear.
Amapola.
Eres mi mujer amapola.
Eres mi mujer amapola.
L.J. Pruneda