lunes, 25 de julio de 2022
El viaje definitivo
El viaje definitivo
viernes, 22 de julio de 2022
LA NOCHE DE LAS LUCIERNAGAS
En el año 2018 tuve la oportunidad de emprender un ilusionante viaje a través de mi primera novela titulada EL LABERINTO DE LA LIBELULA. Viaje que me ha llevado hasta el año 2022 donde, a través de un nuevo relato, he podido alunizar en LA NOCHE DE LAS LUCIERNAGAS.
No he ido solo, me has acompañado tú y también los personajes de estas entrañables historias, miles de lectores y muchos amigos y amigas que creyeron en este proyecto facilitandome presentaciones literarias a lo largo de los distintos lugares de Asturias.
Ven, súbete a este tren y en las próximas estaciones
encontrarás detalles y anecdotas que te gustarán.
Gracias por leerme, estoy seguro de que disfrutarás de este viaje.
LJ Pruneda
jueves, 14 de abril de 2022
Dicen que hay tres cosas que ayudan a sobrellevar las dificultades:
- La esperanza- Los sueños
- La risa
Ya han finalizado las galeradas, ya sabéis, ese trabajo que consiste en la revisión del editor, del corrector, del autor, diseñar y montar la portada, y al igual que hizo en su día Gepetto con un trozo de madera, dar vida en papel a todo el trabajo.
Desde aquí doy mil gracias a todos los que me habéis acompañado en este proyecto y que, con paciencia infinita, leísteis el borrador: aportando ideas, opiniones y sugerencias. También a Editorial Adarve por la confianza que, de nuevo, ha depositado en mí.
Si lo deseáis, en breve, una nueva novela puede impregnar de aroma a tinta y papel vuestros momentos de lectura.
sábado, 5 de febrero de 2022
EL NOMBRE DE MI SOMBRA
domingo, 9 de enero de 2022
Helena
Mi cuerpo se tensó. Había ocurrido todo tan deprisa que mi mente era incapaz de procesar la tragedia.
Tomé aire
Necesitaba organizar mis ideas antes de tocar aquel cuerpo que gemía mientras la vida se le escapaba. Hubiese preferido que fuese el mío quien sangrara de aquella manera, pero no, no fue así. Era el de Helena: mi confidente, mi pareja, mi amiga.
- No, no, no… - Negué una y mil veces en mi interior.
Necesitaba un trapo, una toalla, algo que pudieses comprimir contra la piel desgarrada de su vientre y así ayudar a contener la hemorragia. Me quité la sudadera y agaché mi cuerpo apoyando las rodillas en el suelo, aplasté la hierba hasta que sentí las piedras que se clavaban dolorosamente en mi piel.
- Aguanta, por favor cariño, pronto llegará un médico – Mentí.
- Por favor, mi niña… ¡no! Ven, baila, baila conmigo sintiendo la humedad de la tierra, como a ti te gusta – Susurré intentando que su alma se quedara a mi lado.
Realicé paso a paso todo lo que recordaba: Tomé el pulso en la carótida, este era muy débil. Comprobé que respiraba. No podía ponerla en posición lateral de seguridad ya que temía que la hemorragia aún se hiciese más fuerte.
Un destello, una chispa, un pensamiento llega a mi mente: PAS
- ¿Qué significaban aquellas siglas?
Creí sentir un murmullo a mi espalda.
No me giré.
Decidí ignorarlo.
- Helena estoy a tu lado, yo te protejo. No te vayas. Pronto recibiremos ayuda – Volví a mentir, sabía que la ayuda no llegaría nunca.
Gotas de lluvia comenzaron a caer de repente, pero no fue una gota y otra después, no: todas las gotas cayeron del cielo oscuro al mismo tiempo con un estruendo ensordecedor.
Furioso, miré hacia arriba.
- ¿No solo no me ayudas, sino que aún me pones más complicaciones? – Recriminé no sé muy bien a quien.
- No, no, no… no me dejes Helena. Si te vas no sabré seguir sin ti. Has sido todo en mi vida. No, no, no… ¡por favor! Te necesito. Esto tiene que ser un sueño, una maldita pesadilla, noooo… - Su cuerpo se había quedado exánime, y sus músculos parecían confeccionados con trazos de algodón. Comencé a temblar mientras me castañeaban los dientes. Me sentía a merced de las circunstancias, como un corcho a la deriva en el mar - La gente se va de mi lado, lo sé. Sobre todo, siempre me abandonan a mí – La acaricié con ternura. Mis dedos se quedaron llenos de pena. Me temblaba la mano cuando agarré el cuchillo, decidí no desenterrarlo de su cuerpo.
Me acerqué lo suficiente como para poder susurrarle o besarla, pero no hice ninguna de las dos cosas.
Entonces una voz dictatorial, profunda y varonil, gritó a mi espalda.
- ¡Corten, corten!
- Bravo ¡braavooo!
- Has estado soberbio, genial. Nos has emocionado a todos.
- Gracias – susurré con el aire contenido en mis pulmones.
- Ya está… ¡Qué alguien ayude a levantarse a Helena!
Escuché voces y gritos.
- Qué alguien llame a un médico ¡Rá-pi-do!
En mis labios se dibujó una mueca. No estoy seguro, pero creo que fue una sonrisa aderezada con el sabor salado de las lágrimas atascado en mi garganta.
Cerré los ojos, ella había parado de sangrar.
L.J. Pruneda
sábado, 25 de diciembre de 2021
MUJER
AMAPOLA
(Mientras lees este relato escucha el enlace de la canción:
Amapola de Ennio Morricone)
Hoy es uno de esos días y puedo ver en tus ojos reflejados los campos de trigo de Castilla que hacen que me olvide quien fui.
Susurro.
- Eres mi Amapola.
Sorprendida, sonríes con la inocencia del amor colgando de tus pestañas.
Envuelvo tu cuerpo entre mis brazos y enamorado de tu salvaje, pero siempre sutil belleza, navego con mis labios tras el lóbulo de tu oreja antes de volver a murmurar dulcemente.
- Sí, siempre serás mi Amapola.
Confiada, cierras los ojos y rodeas mi cuerpo con el dulce manto de tus brazos y, sin tú saberlo, con ese gesto me salvas del frío de la noche que, desde hace tiempo, reina en las vastas acequias de mi alma.
Dejo mi mente volar y me refugio en el recuerdo de aquel instante mágico donde te conocí.
Yo era desierto.
Tú fuiste lluvia.
Reconozco que me gusta revivir ese momento de mi vida, porque cuando lo hago, siento que se pone el sol, me convierto en pluma, en agua y en viento. Desde ese día, a tu lado, conseguí soñar con libertad, esperanzas e ilusiones.
Aquella mañana te encontrabas rodeada de gente y, sin embargo, estabas sola. El viento mecía tu pelo. Te percibí frágil como ese pétalo que llora al amor. Intuí en ti la delicadeza de lo sublime y la fuerza de la pasión.
Sonreíste y los nubarrones de mi pasado desaparecieron.
Pestañeé repetidas veces, como alguien que acaba de despertarse de un coma y encuentra el mundo totalmente cambiado y sin saber por qué, en aquel instante, una canción comenzó a navegar por mi mente.
Esa flor roja, salvaje y delicada que es capaz de crecer al lado de la carretera. Al igual que ella, siempre te muestras frágil, sensual y bella. Cuando me entregas tus noches de pasión desenfrenada, te conviertes en ese cometa que alumbra todo mi cielo. Entonces y solo entonces, la tierra tiembla y me envuelves en una colección de juegos, donde sé que, si pierdo, siempre vuelvo a ganar.
Sí, mi amor. Eres amapola envuelta en ese mar de niebla en el que me he convertido y, con tu luz purpurea consigues ahuyentar la adversidad y te conviertes en todo un símbolo de esperanza y consuelo.
Cuando ríes así es inevitable acompañarte en tu felicidad. Tienes la mente pura y la alegría te sigue como una sombra que nunca se va.
Mi amor, como dice la estrofa de la canción: Te quiero, amada niña mía. Y con ese sentimiento te conviertes en un símbolo de vida, riqueza y descanso. A tu lado he descubierto que la armonía del alma puede cambiar con la misma ligereza que lo hace un mundo en guerra.
Tu presencia me hace vibrar.
Cierras la puerta de nuestro dormitorio.
Te reclinas sobre la cama.
Te abrazas a tu oso de peluche rosa.
Sonríes.
Afuera el sol comienza a ponerse y tiñe las ventanas de sombras.
Hoy tampoco habrá luna.
Se escucha el rumor sordo de dos ríos que se encuentran. De ríos que se encuentran y se funden.
Suspiros.
Jadeos.
Susurros.
Alrededor de nuestra cama quedan restos de bombas sin explotar, trincheras, señales de metralla. Huellas de una batalla de pasión que solo tú y yo podemos recrear.
Eres mi mujer amapola.
L.J. Pruneda
sábado, 11 de diciembre de 2021
MIENTRAS LOS MALVISES CANTAN
Sueños blancos.
Mar en calma.
Nubes de algodón.
Trinos que iluminan mi alma.
Me adentro por el camino de la nada y me doy cuenta de que algo ha cambiado.
¿A que huele este sitio?
El ambiente tiene el aroma del tiempo pasado.
¿Qué ocurre?
Los pájaros ya no cantan, la luz de la luna ha dejado de iluminar la noche.
Te busco y no estás.
En realidad, estás, pero no te encuentro.
Avanzo en la oscuridad hasta perderme en el memorial de mí mismo. El silencio es tan profundo que hace daño a los oídos. No soporto la idea de que el universo tenga que destruirse cada vez que percibo tu ausencia.
Cierro los ojos.
Emprendo un viaje errático hacia el mar de lo imposible. El peso de la culpa pasa sobre mi alma, viene y va con la misma fuerza que el dios Neptuno hace estrellar las olas contra los arrecifes del acantilado.
Eclipse y luz.
Destierro.
Quedo envuelto en la metamorfosis de lo imposible.
¿Estoy dormido, estoy despierto?
Miro mis manos y descubro que mis dedos están muertos de pena. Clavo la vista en el techo para intentar recuperar la calma. Respiro profundo.
Nubes de tormenta.
Mar embravecido.
Sueños que mutan en pesadillas.
¿Cómo pudo suceder?
¿Qué ha hecho girar la ruleta del destino?
Siento que mi cuerpo puede volar. Se eleva y permito que emprenda un viaje de ida hacia la ausencia.
Voy en tu busca. Temo tropezar con tu indiferencia.
Me agito con la desesperación colgada del balcón de mi alma. Me giro hacia la pared para ocultar mis lágrimas que resbalan sobre mi piel de ébano, y me quedo así durante varios minutos. Hay veces que el vivir se convierte en un acto de valentía.
Suena el despertador. Te miro. Estás a mi lado. Dejo de contener la respiración con un suspiro de alivio y me recuesto sobre la almohada. Al perderme en tus ojos descubro el universo del amor, también los secretos compartidos, las promesas hechas y cumplidas, los sueños que nos unen con la fuerza de la sangre. Las palabras Te quiero me queman por dentro, desesperadas por ser pronunciadas en voz alta.
Me miras. Tus ojos son de un gris avellana que me recuerdan la niebla de un bosque frondoso.
Sonríes.
Mi mundo también lo hace. El aire huele a cerezas e ilusión. Me acerco lo suficiente como para poder susurrarte o besarte, pero no hago ninguna de las dos cosas.
Calma en mis sueños.
Nubes blancas.
Mar de algodón.
Te abrazo hasta que acaricio la realidad. Me besas con tal ternura que siento ganas de llorar.
Mi corazón te mira. Las pesadillas se alejan. Mis anhelos resplandecen.
Me adentro en el camino de la ilusión. El momento tiene el aroma del presente y la vida por descubrir.
Los malvises de nuevo llenan nuestra casa con sus trinos.
L.J. Pruneda
martes, 28 de julio de 2020
El pozo de los miedos de Johanny de Jesús
para ver sus caras entre sus aguas,
sobre el pretil puse mis manos frías.
Grité : "Salid---habitantes de los abismos"
era la ira y me gritó:"Porque despiertas
el rostro que hace fuerte tus torpezas,
tú ajedrez domino y al amor derribo."
y las tornó turbias en color rojo
parecía sangre fluir de sus ojos
el color grana de almas dementes.
y vi de pronto el mentón del Fracaso,
me miró atento y exclamó con sarcasmo:
"Soy el perverso que tuerce las ganas"
Tomé fuerzas..y exclamé con valor:
"Tu cara perversa esclaviza los sueños
y haces polvo los deseos sinceros."
No vi más su rostro..se fue con rencor.
gélido gregario del mar de Troya
maquillaba la Soledad soberana
de un Ulises alejado del mar.
cerré con fuerza el abismo oscuro
ahogando la burla que subía al muro.
Payasos saltones vienen.. en la lejanía
Los amorosos de Jaime Sabines
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
viernes, 1 de noviembre de 2019
Tenemos que hablar
Es un sonido rítmico que emerge del lado izquierdo de la cama.
- Tenemos que hablar, esto no puede ser ¿es que no te das cuenta que así no conseguirás nada?...
- Tenemos que hablar, esto no puede seguir así ¿Es que no te das cuenta que con esa actitud no conseguirás nada? Tenemos que buscar otra solución a esto… ¿Qué haces? ¡Quieta! Noooo…
Es sombría.
Se desliza lentamente recorriendo su mejilla, como una gota de miel, hasta alcanzar la almohada.
Se siente culpable y no sabe de qué. Ni por qué.
De forma abrupta vuelven los recuerdos. El hilo se estira, se enreda, se tensa y se desenrolla de pronto, descubriendo toda la escena.
- Tenemos que hablar, esto no puede seguir así ¿Es que no te das cuenta que así no tenemos futuro? Ella siempre se interpondrá entre nosotros… ¿Qué haces? ¡Quieta! Noooo… ¿Te has vuelto loca?
Una mancha roja del tamaño de un botón brota de su pecho. El bate de beisbol cae al suelo, inerte. Lo hace dejando un sonido a madera tensa que rebota y se multiplica entre el eco del estruendo.
Sus rodillas se doblan y, la mira por última vez con los ojos en blanco. Por unos segundos, queda colocado de forma que parece suplicarle algo.
Pero no lo hace.
La mancha escarlata se extiende lentamente sobre la camisa, como si se hubiese derramado sobre ella una copa de vino.
El mundo deja de girar y el cuerpo del hombre cae hacia delante impactando su cabeza contra el suelo. El seco chasquido que se escucha pertenece a un hueso partido.
De repente, una nueva detonación surca la casa. Otro fogonazo, una sacudida y un calor abrasador cruza el pecho femenino.
La silueta con pelo de fuego se voltea y se aleja por el pasillo perseguida por el viento.
Tal vez no fue ese el orden de los acontecimientos, ella ahora no lo retiene con claridad. Tampoco le importa.
- Tenemos que hablar… - sabe que dijo alguien.
“Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeep”